Algunos científicos creen que hay cada vez más evidencia de que mantener la espiritualidad separada de la práctica clínica es irresponsable.
Una tarde de sábado, Ming He, una estudiante de medicina en Dallas, se encontró con un moribundo en el Hospital VA. El hombre, un judío ortodoxo que padecía de un extraño cáncer, estaba conectado a un tanque de oxígeno; a duras penas podía respirar. No había amigos ni familiares a su lado. Cuando la joven estudiante entró a su cuarto, el hombre la miró y dijo, "Ahora que estoy muriendo, me doy cuenta de que realmente nunca aprendí a vivir".
Ming He, de 26 años, no supo cómo responder: "Pensé, Dios mío, el capellán no trabaja los fines de semana. ¿Qué hago?". Ella sostuvo la mano del hombre en silencio por unos minutos; dos días más tarde, murió. Y tan pronto como pudo, se inscribió en el curso de 'Espiritualidad y Medicina' en la Facultad de Medicina Southwestern de la Universidad de Texas, un curso que enseña a los estudiantes a hablarles a los pacientes sobre la fe y la enfermedad.
Más de la mitad de las facultades de medicina de EE.UU. ofrecen estos cursos -hace una década sólo lo hacían tres- principalmente porque los pacientes están exigiendo más cuidado espiritual. De acuerdo con una encuesta de Newsweek, el 72 por ciento de los estadounidenses dice que agradecería una conversación acerca de la fe con sus médicos; el mismo número dice creer que la oración a Dios puede curar a alguien aun cuando la ciencia diga que no tiene posibilidades.
En Beliefnet, una popular página de Internet frecuentada por personas de distintas religiones, las tres cuartas partes de más de 35.000 cadenas de oración en línea están relacionadas con la salud: seres queridos de los enfermos y también desconocidos pueden unirse y enviar oraciones a través del éter electrónico, esperando curar cánceres, enfermedades crónicas y adicciones.
Lo que sucede en la mente
Prácticas populares como éstas, así como la creciente creencia entre la comunidad médica de que lo que sucede en la mente de las personas (y, posiblemente, en el alma) puede ser tan importante para la salud como aquello que sucede a nivel celular, están llevando a los médicos a acogerse al Dios que desterraron de la práctica clínica en favor de los progresos científicos.
"Ha habido un tremendo cambio en la imparcialidad de las profesiones médicas hacia estos temas", dice Andrew Newberg, un neurólogo de la Universidad de Pennsylvania que está estudiando los efectos biológicos de la meditación y la oración sobre el cerebro.
La medicina moderna, claro está, todavía necesita ser comprobada científicamente por encima de la evidencia anecdótica. En la década pasada, los investigadores han hecho cientos de estudios, para tratar de medir científicamente los efectos de la fe y la espiritualidad en la salud.
Mientras que los resultados de la investigación han sido variados, los estudios inevitablemente se encuentran con la dificultad de utilizar métodos científicos para contestar lo que son, esencialmente, preguntas existenciales: ¿Puede la oración de una persona ser más fuerte y efectiva que la de otra? ¿Podríamos ignorar que las personas que asisten a misa tienden a fumar menos y gozan de mejor salud?
El debate
Para quienes critican la posibilidad de que exista una conexión entre la salud y la religión, éste es el problema. En 1999, Richard Sloan, profesor de la Universidad de Columbia y opositor de dicho pensamiento, escribió un artículo en la revista The Lancet atacando los estudios sobre la fe y la curación, por lo débil de sus metodologías y la simpleza de su pensamiento. Junto con un segundo artículo publicado un año más tarde en The New England Journal of Medicine, estos ataques encendieron campañas en la prensa académica y dividieron a los médicos.
Como Sloan, algunos científicos creen que la religión no tiene lugar en la medicina y que orientar a los pacientes hacia las prácticas espirituales puede hacer más daño que bien. Otros, como Harold Koenig de la Universidad de Duke, pionero en la investigación sobre la fe y la medicina, creen que hay cada vez más evidencia que muestra los efectos positivos de la religión en la salud y que mantener la espiritualidad separada de la práctica clínica es irresponsable.
Para aclarar la confusión causada por la información, el Instituto Nacional de Salud autorizó, a comienzos de este año, la publicación de una serie de artículos en los que científicos intentaron evaluar el estado de la investigación sobre la fe y la salud.
Lynda H. Powell, epidemióloga del Centro Médico de la Universidad de Rush en Chicago, revisó alrededor de 150 artículos, desechando docenas de ellos por errores. En un sentido, sus hallazgos no fueron sorprendentes: mientras que la fe consuela en tiempos de enfermedad, no detiene el crecimiento del cáncer o acelera la recuperación de enfermedades agudas. Un aspecto, sin embargo, la sorprendió grandemente. Las personas que asisten frecuentemente a la iglesia, presentan un 25 por ciento menos de mortalidad que las personas que no lo hacen.
Haciendo un esfuerzo por entender las diferencias entre la salud de los creyentes y los no creyentes, los científicos están empezando a analizar los componentes individuales de la experiencia religiosa. Utilizando un escáner cerebral, los investigadores han descubierto que la meditación puede cambiar la actividad cerebral y mejorar la respuesta inmunológica; otros estudios han mostrado que puede reducir el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, los cuales reducen la respuesta del cuerpo al estrés.
Aun cosas intangibles, como el impacto del perdón, pueden mejorar la salud también. En un estudio de 1.500 personas publicado este año, Neal Krause, investigador de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Michigan, encontró que las personas que perdonan fácilmente tienden a disfrutar mayor bienestar psicológico y tienen menos depresión que aquellos que guardan rencores. "El no perdonar nos carcome", dice el Herbert Benson, director del Instituto Médico de Mente-Cuerpo.
Vale orar
El tema de investigación más controvertido es tal vez el de la utilización de la oración para obtener salud. En la encuesta de Newsweek, el 84 por ciento de los estadounidenses dijo que orar por otros puede tener un efecto positivo en su recuperación, y el 74 por ciento dijo que puede ser verdad aun cuando no conozcan al paciente.
¿Pero qué dice la ciencia?
>En una reunión del Colegio Americano de Cardiología, Mitchell Krucoff, investigador de la Universidad de Duke, mostró datos preliminares de una prueba nacional de 750 pacientes que iban a ser sometidos a cateterismo cardíaco o angioplastia. Un grupo de pacientes por los cuales se oró no tuvo mejores resultados que un segundo grupo que recibió la atención de rutina o un tercero, al que se le proporcionó un programa especial de música, masajes terapéuticos y visualización dirigida.
Pero hubo un hallazgo curioso: un cuarto grupo "turbo cargado", que recibió, tanto las oraciones como el programa de música, presentó una tasa de mortalidad 30 por ciento menor que la de los otros grupos.
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