martes, 20 de abril de 2010

La Ciencia del Prana o la Vida misma: IV parte

Por: Dr. Arnold Krumm Heller (V:. M:. Huiracocha)
La mayor parte de los que estudian el Hatha-Yoga y lo aplican al ejercicio de la profesión, opinan que una alimentación vegetariana es indispensable. Sí bien en algunos casos lo acepto, en otros permito una alimentación mixta, pero en todo caso soy enemigo del exceso de la carne y, sobre todo, del alcohol y de los excitantes que son verdaderas rémoras y enemigos de la humanidad: por doquiera que tornamos nuestra vista vemos la diabólica acción de las materias excitantes que sirve: de aliciente a los exagerados vicios y de criminales organismos que arrastran a nuestra juventud, de un modo repulsivo, al manicomio, a las cárceles y a veces a una muerte prematura y desastrosa.
A cada paso vemos en los adultos el cuadro fatídico de amores relajados, sin pasión, sin espíritu, que sólo obedecen a la satisfacción bestial de la materia; que rebaja y prostituye el nivel moral de la esposa, que se convierte en mujer carnal destinada únicamente como un aparato necesario para satisfacer los apetitos brutales.
La mayor parte de las lecturas inmorales, de los espectáculos de género ínfimo, las canciones báquicas de los cafés cantantes, etc., han sido concebidas después de copiosas libaciones y de excesos gastronómicos. Pero no sólo lo que comemos, sino cómo lo comemos, es de la más alta importancia.
Una cosa muy sabía en las religiones antiguas, como en la católica, son los ayunos; es sabido que el hombre no vive de lo que come sino de lo que asimila; cuando nuestro estómago está enfermo pide descanso y es necesario concedérselo; un día de ayuno absoluto, ha curado enfermedades crónicas de ese órgano como por encanto; los que mueren de hambre reclaman nuestra conmiseración pero nadie recuerda los miles y miles que mueren .a diario por exceso de comida.
A la cabecera de un paciente escuchamos a diario: señor, el enfermo no come ¿qué haremos?, ¿qué le daremos para procurarle apetito? Si se le llama la atención a la familia que aquello es un signo de la naturaleza, que la fuerza vital está preocupada de la curación y que cuando ya haya cumplido su objeto, el hambre se iniciará sola, no se nos cree.
¡Cuántas madres asesinan inconscientemente a sus criaturas, dándoles el pecho a cada instante, sin conceder al estómago reposo!

La hidroterapia, o sea la aplicación del baño de agua, es otro factor curativo jamás aventajado por los productos químicos fabricados por el escaso ingenio del hombre.
El agua, señores, que comienza por ser un átomo invisible de aire y vapor, después se convierte en gotas y acaba por ser un océano y cubrir la más vasta superficie del globo, es un signo indicador para el fisioterapeuta, que el agua es susceptible de una enorme variedad de aplicaciones ya sea en vapor, en la forma fría o caliente, en duchas, fajas, envolturas generales, o también, tomado por las vías digestivas. En una obra publicada recientemente por uno de los médicos más famosos del Hotel de Dieu, de París, se lee:
"Las envolturas de agua fría son el único remedio matemático contra la fiebre tifoidea; con este método le queda a esa cruel enfermedad nada más que el nombre, y el médico que no aplica el agua, es responsable de los fracasos".
Pero en todas las aplicaciones hidroterápicas no debe olvidarse que el agua opera incitando la fuerza vital, provocando las reacciones naturales, pero puede ser contraproducente en las aplicaciones imprudentes.
Otro factor curiosísimo que emplea la fisioterapia son los baños de tierra: hay un establecimiento del cura Fulke, en Alemania, que sólo administra ese medio.
Mucha hilaridad produjo la excéntrica idea del señor cura, pero como en Medicina por muy absurdo que sea un sistema nuevo jamás carece de prosélitos, la práctica enseñó que Fulke hacía curas milagrosas y su establecimiento se vio pictórico de enfermos que acudían de todas direcciones.
Con el descubrimiento del Radium y el estudio prolijo de la radio-actividad de ciertas substancias terrosas, el Profesor Jaeger dio a ese tratamiento empírico un brochazo científico, y hoy el 60% de los médicos en Alemania lo emplean. Lo usan hasta para el cáncer; yo le he experimentado en llagas crónicas en las piernas, y jamás me ha fallado.
Los Incas del Perú conocían una enfermedad que, por la descripción que nos han dejado los padres dominicos, era muy parecida, si no era la misma sífilis. Pues los médicos del imperio de Manco-Cápac usaban los baños de arena para curarla.
Importante es también el masaje y el movimiento de gimnasia.
La civilización actual, con todo su adelanto, pone al espíritu como al intelecto, todos los días mayores exigencias, mientras abandona casi en absoluto, los músculos. Con el cortejo de comodidades, de trenes, tranvías, coches, automóviles y máquinas para todo, se han aumentado nuestras enfermedades.
No hay duda que debido a esta causa perjudicamos enormemente la salud y nos tomamos enclenques. Quitad la causa y desaparecerán los efectos; el que se ha enfermado, metido en su butaca tras del escritorio, o sea, por falta de movimiento, debe apelar al masaje y a la gimnasia.
Cuando la circulación es perezosa, los centros nerviosos están entorpecidos, el valor de ese medio es incalculable; pero donde viene a llenar un vacío verdadero, es en las afecciones intestinales; la inercia, la atonía de esos órganos tienen en el masaje un tratamiento específico.
La electroterapia es un factor de mucha importancia para los fisioterapeutas. Acudid a ellos con toda confianza los que sufrís de arterioesclerosis y otros males, pues es vuestra única salvación.
Bajo diversas influencias nuestras arterias pierden su elasticidad, se endurecen y por ese motivo no pueden cumplir con su rol de distribuidoras de sangre en el cuerpo humano.
A causa de ese endurecimiento, la sangre se distribuye mal, y el corazón, aparato indispensable para esa obra, se fatiga. Después, las ramificaciones arteriales pequeñas se tornan frágiles, y pueden romperse. Cuando la hemorragia es cerebral, la muerte es casi inevitable.
Un hombre aparentemente sano hace un esfuerzo cualquiera, la presión aumenta, la arteria se rompe y se concluye. Estos enfermos que viven en un constante peligro, tienen un remedio sublime en las corrientes D'Arsonval.
Pero por muy variada y eficaz que se pueda aplicar la electricidad, sucede que los electroterapeutas pretenden curarlo todo y son a veces superficiales en el diagnóstico.
Hace pocos días me contaba un hombre del pueblo la milagrosa curación que había hecho a su hijo un herbolario, donde un director de un Instituto electroterápico había trabajado en vano.
Se trata de una especie de ataques, que el médico había señalado como epilépticos; por medio de bromuros y aplicación de baños eléctricos había tratado de combatirla, pero en vano; los ataques no habían cesado.
Mes a mes el pobre había desembolsado 80 pesos y me decía ¿qué no hace uno por sus hijos?
En esto, un vecino le recomendó a un curandero de por el barrio de Peralvillo, médico empírico que no sabiendo otra cosa, a todos recetaba purgantes; poco importaba la índole de la enfermedad.
El buen hombre encaminóse al consultorio, del curandero. Después de un ligero examen, el empírico declaró que se trataba de un daño hecho por una mujer rubia, que había embrujado a su hijo por cuestiones amorosas.
—"Me dio un purgante, pues es el único remedio que usa". —Yo lancé una carcajada—. "No se ría, señor, era la pura verdad, señor, lo desembrujó, pues desde ese día mi hijo está completamente sano.
Como yo seguía escuchando a mí hombre con sonrisa compasiva por su credulidad, me insistía:
—"Sí, señor, es la pura y neta verdad, y para decirle más, al otro día arrojó mí hijo en los excrementos un, animal muy largo y muy feo".
¡Ah! allí está la madre del cordero, me dije. El joven tenía una lombriz solitaria y los ataques eran originarios por ella.
El médico no había notado eso, si no le habría dado un purgante también; y ahora el curandero que ha obtenida una curación, como el asno del cuento que tocó la flauta, es recomendado por su cliente.

Muchas veces se deben a casualidades semejantes esas curaciones de empíricos que perjudican al médico inteligente, pero por su propia culpa o ligereza en sus diagnósticos.
... Solo una palabra más a los cirujanos: La cirugía ha hecho progresos asombrosos, pero yo creo que se opera demasiado; muchos seres han sido sacrificados por medio de una operación.
Un cirujano famoso de Paris fue interrogado por uno de sus asistentes: “¿Cree Ud. doctor que será verdaderamente necesaria la operación? Y el interesado galeno responde: Una operación que produce 2,000 francos, eso no se pegunta, siempre es necesaria.
Basta en esta materia.
Mis amigos médicos me dicen que si bien mi filosofía hermética es hermosa y aceptan que con tanto entusiasmo la defienda o propague, debo dejarla separada de la Medicina; por otro lado, los ocultistas advierten que, si bien mi método curativo es el más racional y me secundan en mis estudios médicos, opinan que debo separarlo de mi filosofía.
Soy, o quiero por lo menos serlo, filósofo hasta en la medicina, y médico hasta en mi filosofía, llegando hasta el sacrificio sí es necesario.
En resumen, señores, en la cuarta conferencia que habéis escuchado, os he querido demostrar que existe una fuerza divina; llamada Dios, Kether con los hebreos, Yo-ón con los griegos, base de la energía intra-jónica conmigo; el nombre no le hace. El es el guante que cubre la mano; es la idea, es la verdad, y que, como un sol, ilumina al mundo.
Os he demostrado sus destellos al hablar de los fenómenos psíquicos, estudiados por Baráduc; que os he señalado como fuerza cósmica que describe tan maravillosamente Flammarión: y que es al mismo elemento que hemos visto agitarse en las generaciones pasadas y venideras; es quien electriza el cerebro de Edison; quien inunda de luz las cabezas de Eucausse y Meschingkoff, es la fuerza que movía la lengua de Castelar y dirigía la pluma de Víctor Hugo.
Como su manifestación más palpable, os he señalado el Sol con sus potentes rayos. La ciencia del porvenir le arrancará sus secretos inventándose el Vril que pone Bowler en los laboratorios de la raza venidera y cuyas maravillas desterrarán a la sombra de la insignificancia a nuestro Radium.
Esta fuerza puede obrar en el cerebro de cada uno, pero es menester desarrollarla para que abandone el estaco latente en el cerebro, y para conseguirlo tenemos el Hatha-Yoga; pero él impone la purificación corporal (es decir, abstención de medicamentos), y mental, (ser bueno, independiente y estudioso).
Escuchad las enseñanzas que nos ha dejado en sus máximas el gran maestro el Abate Levi:
“Convéncete que el hombre es una corporación de ideas y que su cuerpo físico es un instrumento que le facilita el contacto con la materia para subyugarla; que ese instrumento no debe usarse con intenciones indignas.
No se le debe enaltecer ni despreciar.
No permitas que algo que haga efecto en tu cuerpo físico, en tu comodidad o en las circunstancias que te rodean, desordene tu equilibrio mental, como sucede con el alcohol, las drogas, el exceso sexual, etc.
No anheles nada en el plano material, vive superior a ese plano pero sin perder tu poder sobre él.
Jamás esperes favores de otras personas; pero siempre debes estar listo para ayudar en todo cuanto alcance de tu capacidad y esté de conformidad con la Justicia. Nada temas tanto como ofender a la ley moral y no padecerás.
Jamás esperes recompensa, y no padecerás desengaño.
Jamás esperes amor, simpatía ni gratitud de nadie: pero siempre debes estar dispuesto para conferirlos a los otros.
Aprende a distinguir lo verdadero y lo falso, y obra de conformidad con tu más alto ideal de virtud.
El magnetismo blanco es la simpatía; el magnetismo negro es la aversión.
Los buenos se aman mutuamente; los malvados se odian porque no se conocen.
El dolor y la muerte son hermosos, porque son el trabajo que depura y la transfiguración que emancipa.
Temer a Dios es desconocerle: sólo debe temerse el error.
El hombre puede todo lo que quiere, cuando lo que quiere es Justo.
Dios se revela al hombre, por el hombre y en el hombre.
Su verdadero culto es la caridad. Los dogmas y los ritos cambian y se suceden: la caridad no cambia Jamás; su poder es eterno.
Nadie, ni el mismo Dios, tiene derecho al poder despótico y arbitrario.
Nadie es el dueño absoluto de ninguno.
El pastor no es el dueño de su perro. La ley del mundo inteligente, es la tutela; los que deben obedecer sólo obedecen por su bien; se dirige su voluntad, no se subyuga.
Tanto en la tierra como en el cielo, existe un único y verdadero poder: El Bien.
Lo que un justo quiere. Dios lo aprueba; lo que un justo escribe o habla. Dios lo sanciona.
He aquí el secreto de la vida eterna:
VIVIR EN LOS OTROS, CON LOS OTROS Y PARA LOS OTROS”.
La idea esencial que he tratado de resucitar para grabarla incólume en vuestros cerebros y en vuestra conciencia, se observará en la sucesión de todas las conferencias que he tenido la honra de presentaros.
Ellas vienen a ilustrar y a perfeccionar el intelecto, al levantarnos en agradable paréntesis de la rutina árida de la vida terrestre a las elevadas esferas de la vida. Cicatriza las heridas que sangran el alma en el medio social y dulcifica las penas que, como fatídicos fantasmas, nos persiguen, y cuando el espíritu se purifica, cuando la idea se abrillanta y las filigranas del pensamiento serpentean a nuestro alrededor, la naturaleza cubierta antes por el espeso velo de Isis se descubre y se presenta grandiosa a nuestros ojos de videntes.
El estudio en el cual he tratado de iniciaros nos ofrece una perspectiva feliz: en él, el más pesimista se torna optimista, encuentra hermosa la vida. Cuando se estudia el esoterismo, la Naturaleza se nos presente con su grandioso espectáculo que subyuga y anonada al poeta en sus lucubraciones; el espíritu se doblega e invirtiendo la estrofa del Nigromante Mexicano, dé rodillas se exclama:
Madre Naturaleza; siembra flores.
Por do mi paso vacilante avanza
Nací sin esperanza ni temores;
Vuelvo a ti sin temor: ¡con esperanza!...

domingo, 18 de abril de 2010

La Ciencia del Prana o la Vida misma: III parte

Por: Dr. Arnold Krumm Heller, V:.M:. Huiracocha
En todas partes del mundo se ha encargado para cuidar de nuestra salud a los médicos, los cuales están divididos en distintas escuelas que se combaten entre sí, y como resultado natural el apasionamiento conduce a los extremos, aceptando cada uno solamente las propias simpatías y combatiendo todo aquello que no esté de acuerdo con estas simpatía. Como no debemos confundir en general las personas con la idea, no debemos confundir los médicos con la medicina. Yo sostengo: "el médico nace, no se hace".
La medicina debe ser un sacerdocio y no un negocio; además, ella debe ser menos docta y más popular; que cada enfermo pueda conocer y juzgar cualquiera enfermedad y dirigir sólo la curación por el medio que crea más lógico. Es decir, señores, que debemos preparar a las personas para que cada uno sea un samaritano.
El estudio práctico de la medicina debe formar parte de la educación, a fin de quitarle ese aire misterioso y oculto que la hace de la exclusiva propiedad de una clase privilegiada comparable con una casta sacerdotal.
Toda práctica que no esté fundada sobre ideas accesibles al público, me parece enteramente irracional.
Es, pues, cosa necesaria que se propague, que se analice y se discuta todo cuanto hay de nuevo en el arte de curar y sobre todo, los principios higiénicos, poniéndolos al alcance de las masas populares; que se invite a todo el mundo al estudio atento de la Naturaleza; que se escuche su lenguaje, a veces tan sencillo, otras veces velado; qué se acepté a esa fuente como la más idónea y rica de información, y también, hasta donde sea posible, se supriman en la educación médica popular los términos latino-griegos toda vez que hay expresiones castellanas que los pueden traducir.
Desde que venimos al mundo nuestros órganos están llenos de drogas, aun antes de haber tomado leche por vez primera. En efecto, ya el cerebro contienen fosfatos; lecitina, y otros productos; la sangre tiene hierro; el hígado glucógeno, los huesos fosfatos, carbonates; el estómago pepsina, ácido clorhídrico y otros; el páncreas, pancreatina; las glándulas salivares diastasa y en casi todo el resto del cuerpo hay sales de cal, soda magnesia, hierro y en partes hasta arsénico, el fósforo y otros mil.
Esto nos prueba que el cuerpo humano es un gran laboratorio químico que sin que le hagamos ingerir esas drogas las elabora de los alimentos.
Por eso soy partidario de la aplicación de la química alimenticia y no de la quimioterapia.
En la vida normal constantemente ingerimos drogas:
Del aire que respiramos tomamos el oxígeno; en el café tomamos la cafeína; en el chocolate, la teobromina; en el chile, la capsicina; en la mostaza, la sinapicina; en la leche, la lactosa y otras drogas; en el agua misma los cloruros y otras sales que son indispensables para vivir; en las frutas, ácidos orgánicos, (cítrico-málico-tácnico), etc.; en los tomates, ácido oxálico.
De manera que los procesos químicos, animados por la vida o Prana, elaboran todas estas sustancias de los alimentos sin que cuando se note falta de ellos imponga el reemplazarlos con aquellos fabricados por un boticario y que, una vez transformados química y fisiológicamente por el jugo gástrico, no se asimilan como se cree.
Ciertamente hay drogas que merecen respeto, ¿quién lo puede negar? por ejemplo, la morfina en un hombre que después de un accidente está irremisiblemente condenado a morir, ¿habrá algo más grande que una inyección de morfina para calmar sus insoportables dolores y quitarle sus angustias en las últimas horas de la vida?
Pero eso no quiere decir que basta un pequeño ataque de asma para inyectar ese veneno y fabricar así morfinómanos, y el empleo de algunas drogas no autoriza a degenerar a la humanidad abusando de las inyecciones de mercurio que, en casos exagerados, son mil veces peores que la enfermedad que se pretende curar.
Ni los buenos resultados de un específico, del cual no se conocen sus componentes, pero que puede ser sencillo e inofensivo, es motivo que autorice para lanzar al mercado millares de porquerías con las cuales se explota la ignorancia.
Desgraciadamente es un hecho que lo misterioso seduce es una especie de deslumbramiento mental que da encanto a la Medicina, y al pueblo parece que gusta de que le engañe.
El uso tan extenso de medicinas de patente y también de minerales, vegetales, de hierbas desconocidas, de pildoritas, es en verdad sorprendente. Visité una fábrica en Alemania donde había una bodega llena, de unas tabletas y el empleado dijo: es para la América Española. Me quede admirado, sorprendido; ¡Ah¡ me dijo es un excelente mercado. Yo le creo, le conteste.
Pero en fin, si solo fuesen esas grandes fabricas, pero si en los barrios abundan los fabricantes o inventores de medicinas. El publico las compra sin consulta de médico, poco les importa sí el que vende esas medicinas sea enteramente ignorante en cuestión de anatomía y fisiología, o si no sabe nada de las necesidades del cuerpo; basta con que le garantice la cura, por el solo hecho de tomar un cierto número de pomos, paquetes o cajas.
Lo peor que hay, es un sinnúmero de médicos que no tienen escrúpulo en dar testimonios a los fabricantes de específicos, y aquéllos dan el nombre en las letras de molde.
En este caso urge una reforma, urge a la humanidad sublevarse contra esa cruel iniquidad de apariencias científicas, sustentadas en la sensualidad de nuestra especie, envilecida por los vicios y amparada por la insensatez facultativa de los siglos.
Creedlo, señores: de nuestro sistema de drogas para curar se reirán nuestros descendientes dentro de cien años, como nosotros nos mofamos de los refractarios chinos o como ridiculizamos las sangrías y otros medios terapéuticos de la Edad Media.
-La profesión del médico tiene por padre legitimo el amor del hombre por el hombre y por la ciencia; ella no puede estar reñida con toda ambición bastarda que prostituyéndola la hace ocupar un nivel tan bajo como aquel en que hoy se encuentran las regiones idólatras, que han hecho del culto y de los dogmas el más vil de los comercios a que se puede dedicar el hombre que aún conserva los atributos de la razón la voz salvadora de la conciencia.
La medicina, o el arte de curar las enfermedades y propender a la perfección moral del hombre, es incompatible con todo sentimiento, con toda inspiración que no armonice con el altruismo, pues no se puede amar esta ciencia sin sentir amor por los hombres, ya que su objeto es calmar sus dolores y enjugar las lagrimas de aquellas a quienes la Parca inexorable amenaza arrancar un ser querido.
Los hombres que al amparo de un título académico, no ajustan su conducta a los principios que dejo expuestos, son del género de aquéllos que se visten con pieles de oveja y por dentro son lobos feroces.
Entre los médicos, a los que menos caso se hace desgraciadamente, son a los fisioterapeutas o sean los que en vez de emplear agentes químicos, se valen de medios naturales o físicos para curar(1).
La fisioterapia, señores, como todos los métodos científicos de curación tiene su cuna y sufren el trastorno consiguiente y natural de la impugnación de los ignorantes, o de los propagadores de otras escuelas; pero pasado el tiempo de prueba, brilla y luce en la actualidad en nuestros instintos de enseñanza, no como un sistema esencialmente empírico, sino real, profundo, científico y de resultados eminentemente prácticos.
Constituye, hoy por hoy, la fisioterapia, un método de tal manera efectivo, que no se adquiere puramente con el deseo, no se improvisa en los consultorios. Ciertamente al amparo de leyes tan demócratas y liberales como las de Alemania y México, se han introducido con el nombre de hidrópatas, etc., individuos enciclopédicamente ignorantes que explotan al público y bajo el título de especialistas se mantienen a fuerza de avisos bombásticos.
El fisioterapeuta titulado ha hecho estudios formales y tenemos la convicción íntima que representamos el ignorado campo de la medicina racional cuyos resultados son patentes.
Nuestros factores son los agentes físicos como luz, aire, agua, calor, frío, movimiento y descanso, electricidad, magnetismo, dieta, masaje, etc., y todos los factores que nos brinda la naturaleza; y ni con aquellos pretendemos poder curar una sola enfermedad.
Para nosotros la naturaleza es el único medico, a la cual sólo ayudamos para que logre su objeto, y por este medio sorprendamos al mundo con curas maravillosas.
Nuestra bandera es la higiene; nos pasa con nuestro sistema, en cuanto a la propaganda y sus resultados, como a los navegantes: cuando salen a la mar, el capitán no sabe cuándo y cómo arribará al puerto, pero sabe que el timón obedece, que la brújula indica y cuando lleva su mano al pecho encuentra un corazón viril, que no se arredra.
Antes, los médicos de la escuela alopática nos vieron con horror: hoy día ya no: centenares de ellos están con nosotros; uno de los más valientes fue el médico de la corte de Alemania y médico particular de Bismarck. Schweninger, fue uno de nuestros más valientes apóstoles; muchos otros han publicado su opinión al respecto. El doctor Stevens, Catedrático, de la escuela de Medicina y Cirugía de Nueva York, observa que todos los médicos en general, a medida de los años de práctica que llevan, recurren cada vez menos, a los medicamentos y confían más en los esfuerzos de la Naturaleza; y es realmente cosa notada por todo el mundo que el médico joven receta mucho más que el encanecido en la profesión.
Según dice el profesor Rush, de Filadelfia, en todos los tiempos y lugares los médicos más eminentes son los que mejor han sabido libertarse de la tiranía de los estudios oficiales.
Fundándose en su larga experiencia práctica y en sus maduras reflexiones, de que habría menos enfermos y la mortalidad sería menor en el mundo si no tuviésemos medicamentos, Hecker confiesa, y todo el mundo lo reconoce, que muchos medicamentos que hoy conocemos como mortíferos, los teníamos por muy eficaces.
Podría seguir citando algunos más, pero son muy duros en sus apreciaciones y yo no quiero herir a nadie; más perdonad, en mis libros de apuntes registro aún un párrafo del Dr. Chauvet ex médico del Hospital de Bourgueil, que dice: “Un poco menos de eso que llamáis ciencia, pero que no lo es, y un poco más de filosofía restablecerá la medicina sobre sus verdaderas bases; la química y la droguería han matado al arte de curar; será preciso, para hacerlo revivir, volver a los simples de los buenos tiempos viejos, e inclinarse ante el empirismo”.
Convengo en que esto es humillante... pero ¡qué queréis! así lo exige la humanidad que sufre.
Un buen periodiquito de verdadera medicina popular sería tan útil cuanto perniciosas son todas las publicaciones periódicas de la ciencia desorientada, que inunda diariamente a París y los departamentos. Necesitamos muchas reformas, pero con calma y prudencia se conseguirá todo, y cuan elocuentes son las palabras de Shopenhauer:
"Cuando se sigue una investigación por un camino falso, (abandonando, por tanto, el verdadero) no pueden hallarse al final más que tardías decepciones".
¡Tengamos valor! ¡Vayamos a buscar la verdad, sin dejarnos extraviar por prejuicios quiméricos; tomemos a la naturaleza por guía!
Y después, el mismo Shopenhauer dice: ''Hay errores que conservamos toda la vida y que nos guardamos de escudriñar jamás, únicamente porque tememos, a pesar nuestro, descubrir que hemos dado fe a una mentira y la hemos afirmado con frecuencia durante largo tiempo”.
Finsen, en la península Escandinava, hacia sus magníficas curas del “lupus” por medio de los rayos solares y de la viruela, con la luz roja.
Las condensaciones de radiaciones coloridas en el agua, hace contraer a esta propiedades terapéuticas; así es como el agua, expuesta durante 6 horas a las radiaciones, tienen un efecto vomitivo y el mismo elemento, si ha recibido la concentración de rayos ámbar, produce, cuando se ingiere, efectos laxantes, y la mezcla de rayos de luz de los dos colores señalados determinan efectos drásticos.
Mientras en la antigua Lutecia un eminente vulgarizador, el doctor Fovea de Commells, preconizaba la luz ultravioleta; en Fabes, el profesor Kellog de Michigan, anunciaba los sorprendentes resultados alcanzados en la curación de la obesidad por medio de los baños de calor radiante luminoso.
El fin de la Quimiátrica está próximo. Cada día es mayor el escepticismo, tanto del grupo profesional médico como del público en general, respecto al valor de los agentes químicos (dice físicos) usado en terapéutica. La infidelidad de estos, sus afinidades y las alteraciones que sufren en su trayecto por el organismo, han hecho desechos muchos medicamentos.
La fisioterapia tendrá un desarrollo extraordinario y ha salido ya del empirismo para entrar de lleno en el período científico, utilizando aparatos de precisión y medidas exactas, por medio de los cuales es fácil investigar, relativamente, que clase de reacciones íntimas suscitan los agentes físicos en los diversos territorios del organismo; un funcionamiento más recular, una energía más activa, y una nutrición más compleja.
Las incertidumbres de la medicina, las contradicciones de los maestros más ilustres, los errores del dogmatismo, bastan para asegurar el triunfo de la Fisioterapia.
Los tratamientos fisioterápicos nos están dando todos los días resultados verdaderamente maravillosos; sólo los ignorantes, los obcecados, y los hombres de mala fe, pueden negar su inofensividad, a la par que su asombrosa eficacia.
El perfeccionamiento de los aparatos y procedimientos para, el empleo de los agentes físicos responderá enteramente a la terapéutica del porvenir realizando el disideratum de una buena curación, que tanto anhelaba Celsus: Cito, Tuto in incunde (pronto suave y duradero).


(1) He aquí, ahora, la exposición concisa de los principios o verdades fundamentales en que reposa la Fisiatría o "Verdadera Ciencia de curarse", enviado por la Sociedad Naturista de Buenos Aires, y firmada por el conocido higienista Antonio B. Massioti, al Congreso Médico Latino-Americano reunido hace algunos años en la Capital Argentina.
1. —El Universo es un todo armónico animado por dos elementos coeternos: fuerza y movimiento; no habiendo substancia alguna perceptible que escape a esta ley fundamental.
2. —Todos los fenómenos materiales, orgánicos e inorgánicos, obedecen al mismo principio de realidad preexistente (substancia animada de movimiento resultante de su cualidad más íntima: la fuerza).
3. —La existencia material, en cualquier forma, tiende a la conservación de su energía (preponderancia de la fuerza).
4. —La energía se manifiesta en dos sentidos diametralmente opuestos; o sea, positivo y negativo,
5. —En la vida inorgánica, el primer sentido de la fuerza reúne (cohesión, afinidad); el segundo dispersa (disgregación, expansión planetaria, molecular y atómica).
6. —En la vida orgánica, el principio de la conservación de la energía (5a fuerza) se halla transformado, aunque sea fundamentalmente el mismo; es decir, el que marca la resultante de los dos sentidos de la fuerza (el positivo y el negativo).
7. —Por el primero (sentido positivo de la fuerza), el ser tiende a conservarse (asimilación, nutrición); por el segundo, tiende a transformarse (desasimilación, desgaste, descomposición).
Es tan innegable que la fuerza de asimilación y desasimilación es la misma —positiva y negativa— transformada que determina el estado de los cuerpos inorgánicos, que en las fronteras de uno y otro reino se confunden los tipos; siendo los partidarios de la teoría evolutiva, artículo de fe, la insensibilidad del pasaje de los cuerpos inorgánicos a los seres organizados, como lo es asimismo, de los vegetales a los animales, y razón por la que, cuando hablemos de cuerpos organizados, nosotros nos referimos a los dos reinos.
8. —El predominio determinante de la fuerza —el positivo o el negativo— lo dan los agentes naturales que uniforman el medio ambiente—luz, calórico, substancias líquidas, sólidas y gaseosas.
9. —La energía vitalicia de los seres orgánicos —animales, y vegetales— tienen un máximum de escensión enérgica —crecimiento—, después del cual se inicia la declinación.
10. —En el, primer período predomina la. energía del sentido positivo; en el segundo la energía del sentido negativo, de la fuerza.
11— De relación armónica de un ser —animal o vegetal— con su ambiente de vitalidad, determina su estado normal —la salud—; la desarmonía su estado anormal —la enfermedad.
12. —En la plenitud de la vida y la salud —máximum de crecimiento—. el equilibrio de las fuerzas, positiva y negativa —asimilación y desgaste, es perfecto.
13. —Los seres organizados tienen al servicio de las dos fuerzas —mejor dicho, sentido de la fuerza —órganos de función determinada: unos tienden a la conservación de la energía, otros a su transformación.
14. —La actividad normal de los órganos, positivos y negativos. la establece el medio ambiente — luz, calor, electricidad, ambiente, alimentación,
15. —La actividad normal —desarmonía— puede ser total o parcial; en el primer caso la resultante es la muerte violenta —contra su duración esencial—; en el segundo, la enfermedad.
16^—La-enfermedad —en los anímales y en las planetas—no termina, luego de iniciarse, si .prevalece la desarmonia imparcial entre el ser y su medio ambiente.
17. —A los efectos, saludables y enfermizos—normales y anormales, o armónicos e inarmónicos, del ser con su medio ambiente—, no hay diferencia esencial, ninguna, entre vegetales y animales.
18. —Todo organismo, como todo cuerpo, que ha perdido la dirección normal o la evolución de su determinante coexistente, la recupera con mayor o menor lentitud —si no está esencialmente destruido—, colocado 'en armonía con su medio vital— luz, calórico, substancias sólidas, líquidas o gaseosas, indispensables a su vitalidad.
19. —Cuando un organismo—, como cualquier otro cuerpo del universo—, colocado en condiciones de desarrollar su fuerza positiva, no lo hace por sí no hay artificio capaz de conseguir el predominio del sentido negativo de la fuerza
20. —La vida orgánica es una modalidad del movimiento universal, sujeta a los mismos principios de armonía que rigen la materia.
21. —La emotividad, como la motilidad, son a su; vez transformaciones de la fuerza inicial que sirve de fundamento a la Gran Teoría de la unidad y correlación de los elementos físicos, a que los seres orgánicos no pueden ni deben sustraerse.
22.—Los principios de armonía del ser humano, con su medio propio de vitalidad —como los de cualquier otro animal o vegetal—, los determina, con perfecta claridad, su estado natural, relacionado con su ambiente físico-químico;
como el de los cuerpos inorgánicos los determina la acción propia de los agentes que obran sobre ellos.
23. —Toda la ciencia de la salud, la aplica y la explica la naturaleza; desde el hombre al infusorio, sabiendo, en tal concepto, tanto éste —el infusorio— como Hipócrates o Virchow.
24. —La fisiatría es una parte de la Gran Teoría de la anidad y correlación de las fuerzas físicas, y se propone explicar los fenómenos de la vida orgánica —en sus relaciones comía salud y la enfermedad— por él movimiento
No podréis objetar científicamente esta definición en la que fijamos la base de la Nueva Ciencia; porque, para ello, tendréis que comenzar por negar los fundamentos del luminoso corolario de Newton acerca de la gravitación universal de la materia, y sobre el que reposa toda la racional e irrefutable Teoría que explica, lo mismo los fenómenos de la Gravedad, que los caloríficos, lumínicos, electromagnéticos. etc., etc., en igual forma que los de la actividad interplanetaria e intermolecular que caen bajo el dominio de vuestros sentidos. ,
Y si no podéis negar esa grandiosa revelación, fundamental al Saber humano, ¿cómo podríais sustraer los míseros fenómenos que ocurren en los seres organizados del minúsculo planeta que habitamos, al influjo determinante, esencial a esa magna concepción del genio? ¿Acaso porque entre los seres organizados se halla incluido el mentado Rey de la Creación, con su pintoresco caudal teológico y médico-quirúrgico ?...
Solamente en un punto podríais objetar la grandiosa concepción, fundada en las leyes de Kepler y el corolario de Newton, y es la manera infantil de explicar la acción del Sol y los demás astros y planetas del universo visible, en relación con nuestro sistema nervioso. ¡El sol, astro principal de un sistema planetario, permanentemente en ignición, para calentar e iluminar los míseros seres en la Tierra! ¡Los astros colosales radiando luz que invierte miles de años en llegar a la Tierra, para solaz de la visión humana! No, eso es absurdo. ¿No acabará la mente humana. por encontrar más racional que el Sol impresione, obré, físicamente, sobre o en la atmósfera terrestre, produciendo los fenómenos caloríficos, luminosos y electro-magnéticos, que vitalizan los organismos de este planeta? ¿La Luna y las estrellas no se conducirán de una manera análoga en: relación con los fenómenos lumínicos que impresionan nuestra mísera retina?
25.—El máximum de recursos curativos a que puede aspirar la criatura humana, en caso de enfermedad, es la reanimación natural —tonificación. reconfortíficación— de sus órganos encargados del equilibrio de las fuerzas contrarias al desenvolvimiento positivo del organismo y capaces de restablecer el predominio de aquél —la salud— hasta donde es posible, dentro de su ciclo evolutivo.
26.—La Nueva Ciencia de curarse ha determinado ya, con mayor o menor precisión, las reglas generales que se deben seguir para arribar a ese resultado, relacionándolos todos con el medio ambiente.
Ahora bien: he aquí los fundamentos de nuestra Nueva Ciencia de curarse sin médicos, ni medicamentos, ni operaciones, ni milagros, ni nigromancia, ni mano-santas.
Para la Fisiatría, son principios incuestionables, esenciales y de fácil comprobación, respecto del Ser Humano La fisioterapia tendrá un desarrollo extraordinario y corno de todos los organismos, animales y vegetales—, los siguientes, y que, a vosotros, eruditos congresales, os corresponde replicar, pero que no lo haréis, porque no podréis hacerlo, porque son dentro de las Ciencias Naturales. tan axiomáticos como para las matemáticas éstos, que fundan toda la ciencia por excelencia, la Ciencia de la cantidad y del cálculo:
“El todo es mayor que la parte".
"Dos cosas iguales a una tercera, son iguales entre sí",
"El camino más corto entre dos puntos es la línea recta".
Axiomas de la Fisiatría
a. —El organismo en función es un todo armónico;
b. —Toda enfermedad es un efecto de la alteración funcional de la totalidad, particularizada en un detalle orgánico individual;
c.—La principal causa de las anormalidades de generación orgánica enfermiza, es la alimentación inadecuada, o la que se hace en proporciones y condiciones distintas a las que determina la armonía del ser, ayudado por el instinto y el orden natural;
d. —Toda enfermedad incide en el aparato digestivo —raíz de la vida— cuando no comienza allí mismo.
e. —Las heridas, contusiones, etc., no son enfermedades; pero las inician por su acción nerviosa de reflexión inmediata sobre el aparato digestivo.
f. —Toda relación saludable se inicia normalizando las funciones digestivas;
g. —Mientras la lesión no es profunda, el aparato digestivo se rehace por sus medios propios de acción defensiva;
h. —La curación o normalización orgánica definitiva la complementan la piel y el pulmón colocados en condiciones higiénico-naturales-
La Medicina Oficial y la Higiene Artificial han estado y siguen estando profundamente equivocadas, acerca de la manera de obrar de los agentes exteriores, especialmente la atmósfera, sobre el organismo. En relación con su medio ambiente atmosférico, no hay razón alguna, fundamental, que autoriza a diferenciar el ser humano de cualquier vegetal de los que nacen y crecen al aire libre, favorecidos por la acción directa del calor y la luz solar. Y así como ningún vegetal en condiciones de ambiente de vida normal se enferma por el influjo atmosférico, tampoco se enferman el hombre ni animal alguno de la Creación.
i. —No hay más que una enfermedad, en la especie humana, como en el resto de los seres organizados, animales y plantas —y se cura de, la misma manera: fortificando por sus medios propios, naturales, la raíz de la vida, y colocando la totalidad del ser en las mejores condiciones higiénico-naturales con su medio ambiente—, luz, calor, aire y substancias alimenticias o nutritivas;
j. —La enfermedad única del hombre, como la de todos los seres organizados —animales y plantas—, se manifiestan en dos formas distintas: con efecto indeterminado —malestar general—, o con efecto fijo y-bien determinado —malestar, dolor, perturbación nerviosa, circulatoria, ventral, cáncer, tubérculo, etc., etc.— La primera es crónica, general, latente; la segunda, aguda, local. Puede existir la primara sin la segunda, pero jamás la segunda sin la primera;
k. —Los enfermos que no se curan colocados en sus condiciones de higiene natural de alimentación y ambiente, no los cura nada ni nadie;
1. —Es erróneo que haya enfermedades incurables: sólo hay organismos irrecomponibles, por la destrucción de órganos esenciales a la vida general de cada uno—animales o plantas.
En este caso los que no sucumben, no es porque lo impidan los medicamentos, sino porque el organismo ofrece una resultante de resistencia mayor que la —fuerza negativa— de la enfermedad, los remedios y las operaciones;
m. —De un modo natural, es decir, colocando hábil y atinadamente el organismo en relación directa con sus agentes físicos naturales —luz, calórico, electro-magnetismo ambiente—, se pueden provocar las reacciones más enérgicas —crisis curativas, o esfuerzos exponenciales de eliminación rápida de las substancias muertas en fermentación—, para todos los casos de enfermedad, absolutamente para todos.

sábado, 17 de abril de 2010

La Ciencia del Prana o la Vida misma: II parte

Ya hemos tratado de la influencia del Sol sobre la vida pero ¿ese astro es el único que influye sobre la salud y vida orgánica? Evidentemente que no, pero es el principal.
Los astrólogos nos especifican la influencia de cada uno en relación de su posición; nos llevaría muy lejos entrar en estos detalles, pero debo hacer notar siquiera la influencia de la luna.
Todos habéis oído hablar de los lunáticos, una especie de enfermos que cambian de carácter o humor con luna llena, o también de los sonámbulos que andan por techos en el mismo estado de la luna. Sabemos la influencia que tiene este satélite en ciertas manifestaciones, en la vida de la mujer, etc.
Ustedes saben que los hombres del campo, podan durante la luna nueva, pues dicen que así salen mejor los brotes: pues igual sucede con el cabello que es un adorno de la mujer, como así mismo la pestaña larga y crespa; pues en lugar de aumentar ese promontorio con el pelo de los cadáveres, que con la última moda se hacen escasos en los hospitales de Europa, cortad la punta del pelo y de las pestañas, durante algún tiempo, en luna nueva, y veréis qué resultado.
Me diréis que soy mal reclamo (el autor es calvo). Pero volviendo al tema serio y dejando establecido que la fuerza vital emanada de los astros podemos aprovecharla, debemos buscar un método para conseguirlo,
El planeta Mercurio dista del Sol 14,300.000 leguas, el azogue tiene un peso específico de 14,3.
En el afelio señalamos 69,4 de millones de kilómetros, y Mercurio, como metal es 6,94 veces más pesado que el aire. Si tomamos como unidad el diámetro de la tierra, el planeta Mercurio corresponde a 0.38 y el metal se congela a los 0.38 grados.
La densidad del planeta es de 1,37 lo mismo que el azogue líquido 1,37. o en otras palabras, tratar de ponernos en contacto con ella y eso hacemos por medio de la respiración.
De manera que el puente de unión entre la vida universal y la vida individual es la respiración, y los principales puntos en donde se ponen en contacto estos elementos, son en la superficie libre de las vesículas pulmonares y la mucosa gastrointestinal.
Ya hemos repetido que el átomo es un condensador de una enorme cantidad de energía, por consiguiente los átomos de oxígeno contenidos en el aire, al penetrar por osmosis al través del epitelio pulmonar, introducen en el organismo no solamente una partícula material o química, sino determinada proporción de la fuerza que encierra.
La atmósfera y el éter, en que estamos sumergidos son, como ya comprendimos, un inmenso océano de fuerzas cósmicas del cual tomamos la proporción necesaria por medio de la respiración.
Esta respiración nos lleva la vida a los laboratorios más íntimos del organismo para formar el protoplasma, que ya analizamos y que es la base de la célula orgánica, y como esta célula -tiene la fuerza inherente de desarrollar el germen de otra célula con iguales facultades a las suyas, resulta que el secreto de prolongar la vida, consiste en poner las células en condiciones tales, de producir otras semejantes en iguales condiciones.
Ese secreto nos revela la India con su Hatha-Yoga o ciencia de respiración. El Hatha-Yoga es una rama de la ciencia Yoga, pues conocemos el Raja-Yoga, Karma-Yoga y Gnani-Yoga; pero ellos serán tema de otra conferencia, pues el margen de la presente se hace estrecho para tan trascendental asunto.
Los viajeros que han visitado la India están acordes en haber visto en los fakires y Yogis pruebas asombrosas y que mediante poderes, que para los occidentales son inexplicables, hacen paralizar por los momentos que quieren, la pulsación del corazón; yo mismo he examinado a uno en París, que subía a voluntad su pulsación hasta 120 por minuto.
Está muy de moda la novela Nostradamus, personaje real y no simplemente novelesco, que vivió en la corte de Catalina de Médicis y que, como su hijo Miguel, ha dejado obras escritas.
Pues este personaje, lo mismo que Cagliostro o José Bálsamo, en su edad avanzada conservaba el aspecto de un hombre a los 40 años; sus secretos tenían como base las respiraciones, que se enseñaban en las iniciaciones antiguas. Existen hoy día una variedad de métodos secretos de respiración, yo conozco varios, y los únicos que me es dado ofrecer al público, son los que señala en gran parte el Yogi Ramacharaka en su obra.
Haberlas copiado todas sería una lectura de cuatro horas, que no resultaría en beneficio de mis queridos oyentes, y la práctica me ha enseñado que tal como nos la participa el Yogi, no debe ni puede seguirlas todo el mundo. Tanto para curar enfermedades o para desarrollar los poderes latentes en el hombre, es menester tomar en cuenta la constitución de cada cual, sus antecedentes y condición, el ambiente en que vive, etc. Una de las respiraciones que sí puede usar todo el mundo, y que sin -excepción dará resultado, es la purificadera, que consiste en inhalar por la nariz lentamente en tres tiempos, concentrándose primero en el bajo: vientre en seguida en el diafragma y después en el pulmón; retener el aire unos pocos segundos y expelerlo en seguida por la boca lentamente, poniendo los labios en actitud de silbar. Ese ejercicio ventila y limpia los pulmones, estimulando matemáticamente las células, tonifica los órganos respiratorios estimulando el organismo entero. Otra respiración, es la misma, combinada con ejercicios de gimnasia; tonifica los nervios y es excelente para los hombres intelectuales; pero la base de todas es la que publicó el Sr. Capdevila y las del Doctor hindú Rama Prasad, las cuales yo he experimentado durante diez años.
Todo lo que existe en el universo está compuesto por cinco Tattwas. El cuerpo humano o el microcosmos, tanto como el macrocosmos; en nuestro cuerpo ellos ejercen su influencia alternativamente, y a intervalos de tiempo perfectamente regulares.
Por consiguiente, la salud del cuerpo y la del espíritu dependen enteramente del juego regular y armonioso, del equilibrio más o menos estable de esas cinco fuerzas. Uno de los signos manifiestos de la presencia de alguna de ellas, en tal o cual lugar del cuerpo, es su color, que el vidente o el sensitivo ve, con los ojos cerrados, o lo percibe en el espacio ambiente.
El Príthvi Tattwa, es amarillo, es excitante, enardeciente por su naturaleza; su especialidad en el cuerpo humano es trabajar en la nutrición de los músculos, en el alimento de la substancia nerviosa.
Prithvi es el que anima la célula en general para reproducirse en perfectas condiciones; trabaja principalmente en los pulmones en el acto respiratorio, esa digestión del aire, la que exige 60 horas para efectuarse, durante las cuales los pulmones trabajan por turno.
La respiración experimenta cinco cambios, es decir, que ciertos fenómenos se efectúan durante cierto tiempo, en tal lugar de los órganos y durante otro período de tiempo, en tal otro lugar.
Los ocultistas llaman respiración solar a la que se efectúa por la fosa nasal derecha, y respiración lunar a la que se efectúa por la fosa nasal izquierda.
Al lado derecho, los hindúes lo han llamado sol; es el lado positivo, el que representa el principio masculino o activo.
El lado izquierdo, es llamado la luna y Shakti, el cual representa el principio femenino, hembra o pasivo. Los cinco Tattwas funcionan por turno en estos dos lados.
Entremos en detalles:
En perfecta salud, el soplo o respiración sigue los movimientos de la luna. El mes lunar como sabemos es de 30 días.
Durante 15 días nuestras noches están iluminadas y durante otros 15 están en la sombra. Durante estas dos quincenas atraviesa la luna los 12 signos del Zodiaco; permanece pues, 60 horas en cada uno.
Cuando la luna entra en el signo Aries, se respira por la fosa nasal derecha, y lo mismo sucede para cada signo impar del Zodiaco.
Cuando la luna entra en un signo par, la respiración se efectúa por la fosa nasal izquierda.
Durante las 60 horas que la luna permanece en el signo, la respiración cambia 31 veces. 60, dividido por 31, de 1 hora, 56 minutos, 7 segundos; 7 tiempos de trabajo alternativo para cada pulmón.
Si al salir el sol, notamos una u otra respiración, (respiración lunar, fosa izquierda; respiración solar, fosa derecha); estamos seguros que durante tres días tendremos la misma respiración al salir el sol.
Es necesario, entonces, suponer que acaba de espirar la víspera un período de 3 días.
Según el cálculo hecho, en las 24 horas durante las cuales se realizan 12 cambios y 2/5 uno está siempre cierto de que el 13° cambio será como el primero: después viene el cambio de signo, y con él, el cambio de la respiración. Si estamos en el período de los 15 días de noches claras, durante el primero, segundo y tercer día encontramos que a la salida del sol tenemos la respiración lunar, lado izquierdo.
Contemos una hora 56 minutos, 7 segundos y veremos que todo el resto del día la respiración alternará durante ese tiempo, sea a la derecha o a la izquierda.
I.—El primero, segundo y tercer días, respiración lunar a la salida del sol.
II.—El cuarto, quinto y sexto días, respiración solar a la salida del sol.
III.—Séptimo, octavo y noveno días, lunar en ese tiempo.
IV.—El décimo, decimoprimero y decimosegundo días, vuelve al solar.
V.—El decimotercero, decimocuarto y decimoquinto días, vuelve la lunar.
Durante las noches obscuras, tendremos:
I.—Primero, segundo y tercero días, respiración solar a la salida del sol.
II.—Cuarto, quinto y sexto días, respiración lunar, y se sigue alternando de manera que decimotercero es como el primero.
Ese ejercicio se efectúa cerrando con el dedo la fosa derecha o izquierda, según el caso, obligando a la respiración a efectuarse por la fosa libre.
Ese método de respiración es un secreto iniciático que yo conocía hace muchos años; me salvó la vida cuando fui víctima de la peste negra. Ahora lo he visto publicado ya, y por eso no tengo inconveniente en ofrecerlo a mis oyentes.
Ensayadlo los que queráis vivir muchos años y morir no de enfermedad, sirio de agotamiento físico y podréis juzgar el éxito en tan importante asunto.
Casi todos los hombres de la antigüedad hablan de una manera velada de él.
Bien lo dice el sabio Ennemoser, que los diferentes mitos simbólicos que nos transmiten la tradición o los libros antiguos, antes considerados como meras ficciones sin sentido, se ven ahora que son los más ingeniosos, así mismo tiempo las más profundas expresiones de una verdad estricta y científicamente definida de la naturaleza, por ejemplo:
Las Sagradas Escrituras o sea la Biblia, es uno de los libros, para aquel que sabe comprender su sentido oculto o esotérico, más importante que se conoce; nos dice en el Génesis, capítulo II, versículo 7. "Formó pues Jehová Dios, al hombre de polvo de la tierra y sopló en su nariz soplo de vida y fue entonces el hombre ánima viviente".
Se ve pues, que la Biblia señala como el principio de la vida el soplo que entra por la nariz.
El Bhagavad Gita y la Biblia tienen otras citas curiosas a este respecto, que podréis buscar.
El higienista Carbonel opina que la fuerza vital es causa y no efecto del funcionalismo orgánico, y siendo fuerza activa, difiere de la fuerza latente en estar polarizada o bisexuada, no siendo los sexos otra cosa que una manifestación particular de la polaridad.
Una energía en estado neutro es inmanifestada; al sensibilizarse se opera un fenómeno de desintegración.
La vida es la que resulta del influjo mutuo de ambas energías cerrando un circuito en cada ser viviente. La salud resulta del equilibrio de ambas energías, y la enfermedad, de su desequilibrio. Consideradas en su aspecto material estas energías biológicas están entificadas en huestes de microbios o células, unidades de vida que pueden ser bio-positivas o bio-negatívas.
A estos últimos la ciencia moderna los llama bacilos, microbios infecciosos y toda la sueroterapia y el tratamiento por tóxicos, aspiran sólo a su destrucción.

He ahí donde difiere el método Yoga y la Fisioterapia de la escuela alopática, pues con los medios naturales se trata de restablecer la salud fomentando la actividad de los elementos orgánicos bio-positivos, fortaleciendo el cuerpo y estimulando la energía vital.
Esta fuerza vital o llamémosla fuerza física, no es ya un mito toda vez que el eminente médico, Dr. Joire, ha inventado un aparato para precisarla y medirla; con este adelanto de la ciencia entra la fuerza vital al domino de la ciencia experimental positiva y exacta.
El instrumento ideado y construido por Joire está colocado sobre un pedestal cuya cima constituye un disco dividido como el aparato Fortín—Paraduc, en 360 grados. En el centro de la base del aparato hállase un eje de vidrio.
Una aguja, generalmente de paja, indica los grados sobre el disco, este indicador va traspasado por una punta de alambre que desciende hasta el fondo.
Uno de los brazos de la aguja, más corto que el otro, es cargado con un ligero contrapeso, casi siempre se usa algodón, que cuelga hasta abajo.
La plancha que forma el fondo está guarnecida por una pared de vidrio para resguardar la aguja de las influencias del aire.
El sujeto con que se pretenda medir la fuerza vital, debe dejar descansar su brazo sobre un cojín colocado cerca de la aguja, sin tocarla.
A los pocos minutos se ve atraerse aquella hasta marcar 15, 20, hasta 50 grados. En la comunicación presentada por Joire se ve comprobado hasta la evidencia que los resultados no pueden ser atribuidos de manera alguna al sonido, al calor, luz o electricidad.
Los experimentos han sido hechos hasta ahora generalmente en los hospitales de Francia, y Joire dice textualmente: "Des manífesíations que subit la forcé nerveiuse exteriorisée relativement a l'état de santé des sujets" y efectivamente, comprueban que un enfermo mientras va agravándose, el indicador cae, y con los progresos de la convalecencia sube. Lo más curioso es que los neurasténicos, y sobre todo aquéllos que sufren del estómago, no hacen marchar el aparato; entonces un colega, gran difusor del Hatha-Yoga y de la fisioterapia, los hace seguir un régimen, y sólo con los ejercicios respiratorios actúan sobre el instrumento. De manera que (me dirijo a Uds. falange interminable de neurasténicos) ya tenéis un remedio infalible; pero tiene para Uds. un grave inconveniente: no se vende en la farmacia, y el neurasténico necesita gastar; lo que hay tan abundante, tan barato ¿cómo va a servir? pero probadlo y dejaos de médico y botica: empezad los ejercicios respiratorios y veréis qué maravillosa curación obtenéis por vosotros mismos.
Ya han escuchado ustedes la parte, relativa al secreto de la respiración, pero aquello es insuficiente cuando nos hallamos enfermos.
Expliquemos de un modo absolutamente popular lo que es enfermedad y las causas que pueden producirla. La salud, sabemos, es, en términos generales, el funcionamiento regular de todas y cada una de las partes de las que se compone nuestro cuerpo. La Naturaleza nos ha dotado de órganos propios para la asimilación de los alimentos tanto sólidos, líquidos, como gaseosos. Por consiguiente, todos aquellos sabios que han comparado el cuerpo humano con un laboratorio químico, han dicho una de las grandes verdades que pueden comprender todas las inteligencias.
Ahora bien, cuando por una causa cualquiera como por ejemplo, temperatura o alimentación inapropiadas, se hace funcionar cualquiera de las partes del cuerpo con un trabajo anormal, el esfuerzo que este órgano nene que producir para llevar adelante una tarea inusitada se traduce en cansancio, dolor u otro trastorno, que rompe la regularidad de sus actos fisiológicos acostumbrados, y esto es lo que se llama enfermedad.

En términos generales, claro es que cuando las escorias de los alimentos no se han expelido, después de haber asimila; hoy el cuerpo lo que necesita para su vida regular, producen trastornos interiores y azolves en las vías de deshecho naturales, lo que inconcusamente, tiene que producir enfermedades.
Hace algún tiempo murió un sabio médico francés que había escrito muchas obras de medicina: al abrir su testamento para ver a quien dejaba sus manuscritos y los derechos editoriales, que podían producir grandes sumas se encontró la siguiente cláusula: "Quemad; de todo lo que he escrito, conservad sólo la tapa de una de mis obras y haced imprimir lo que he anotado al reversa de ella. Ávido de ver lo que allí se encontrara, se busco la tapa y he aquí lo que decía:
''Conservad la cabeza fresca, el vientre libre, los pies calientes y huid de los medicamentos".
!Tableau¡ se dijeron los herederos; pero esta sentencia es muy sabia: el primer concepto se consigue por medio de las respiraciones ya señaladas; el segundo, se cumple procurando evitar a toda costa los azolves, o sea la aglomeración o escorias, que dejan en nuestro cuerpo la asimilación y combustión. Para expelerles hay cuatro grandes conductos de desahogo que tiene nuestro cuerpo o sean: riñones y piel para los líquidos, intestinos para los sólidos, y boca para los gaseosos.
En la mayor parte de las enfermedades se reduce esto sencillamente a ayudarles a que funcionen.
Muchos que me escuchan esperarían algo más elevado, más científico, pues lo siento; si esto no es científico, sí es verdadero. Procurad seguirlo, los enfermos y obtendréis salud.

jueves, 15 de abril de 2010

La Ciencia del Prana o la Vida misma: I parte

Por: Dr. Arnold Krumm Heller (V:.M:. Huiracocha)
¿Que es la vida?
Contestar a esa pregunta sería revelar el enigma de la Esfinge, dar una resolución definitiva y precisa a ese problema de sujo tan inabordable: significaría la anulación de todas las ciencias conocidas hasta hoy, con sus miras especulativas y el derrocamiento de todos los misterios de las religiones.
Lo que han hecho todas las escuelas hasta ahora y lo mismo que podemos hacer con nuestros sentidos e inteligencia limitadas, es estudiar las manifestaciones de esa vida en sus distintos aspectos y, sin género de duda, si interesante y provechoso ese estudio bajo el aspecto o sentido cósmico, mucho más debe interesarnos el funcionamiento vital en el cuerpo humano o sea en su sentido orgánico.
La ciencia, en general, define la vida de la siguiente manera: "Ser el conjunto de manifestaciones en el cuerpo o también, el cambio constante entre los elementos del organismo y el medio ambiente".
''Hipócrates", el padre de la medicina, en su "Escuela pneumática", (pneuma, de la raíz griega que significa aliento), da precisamente como fundamento a sus teorías, que la vida tomó su origen en el aliento, o en la respiración. Más adelante veremos hasta dónde tiene razón el sabio antiguo.
Después de él, Galeno, dos siglos después de Jesucristo haciendo hincapié en las mismas teorías, establece una escuela que señala la vida en una forma más metafísica. En el siglo XVII tomó cuerpo la idea de la vida era el resultado de las funciones fisiológicas y químicas; teoría que impera en gran parte hasta hoy bajo la bandera de las escuelas positivistas o bajo la forma que en el siglo XVIII implantaron los franceses diciendo que el vitalismo, fuerza vital o fuerza hipérmecánica, es el resultado de la acción física y química de las sustancias orgánicas.
Por otro lado, se ha hecho de moda, buscando giros a las apariencias de sabiduría, negar rotundamente esta misma fuerza vital.
La Biología nos enseña que la vida es el funcionamiento del protoplasma o sean los procesos químicos y físicos en el mismo protoplasma.
Expliquemos primero lo que es el Protoplasma. No creo necesario entrar en grandes detalles, el público inteligente que me escucha no oye por primera vez este término, sabemos que el plasma o sarcode es lo que señalan como base física de la vida; su estructura es muy variada y señalamos primero el Hyaloplasma en su forma transparente, el spongioplasma cuando es esponjado; después diferenciamos Ectoplasma cuando se divide de la estructura periférica del endoplasma. Sus componentes químicos son: oxígeno, hidrógeno, carbono, ázoe, silicio, calcio, fosfatos, sodio, hierro, etc.
Basta abrir una enciclopedia del año pasado para cerciorarse cómo aún los hombres de ciencia, discuten sobre la formación de ese enigma; pero su existencia es un hecho, sólo falta aclarar y ponerse de acuerdo sobre la intimidad de sus procesos químicos y físicos.
La ciencia que se ocupa de esa difícil labor, es la Biología, y esa Biología nos muestra los componentes señalados y pretende ver en ellos mismos, la vida.
Dije, señores, que la "Biología nos enseña"; pero desgraciadamente como veis, en Biología pasa como en las otras ciencias: oscuridad, hipótesis y si algunos biólogos admiten lo expuesto, otros afirman cosas distintas: Vernow dice que el protoplasma líquido está constituido por una mezcla de substancias químicas que son las que le caracterizan, debiendo rechazarse la idea de una disposición ordenada de sus elementos constitutivos. Esas substancias químicas, albúminas vivas, que Von Pflúger distingue de las nuestras, y que llama "biógenas", destruyéndose y reconstituyéndose en la nutrición, dan origen a todas las energías de la vida.
En la edad moderna Bacon, Gasendi, Buffon, Youfíroy, Ahreus, Peisse, Barthelemy Saínt-Hilaire, Leveque, Bonchut, Garran, Laisset, Ubaghs, Gunter, Baitzer y, de un modo especial, la Facultad de Medicina de Montpellier, y particularmente el célebre Barthez, decano de la misma, siguieron las doctrinas de Hipócrates y sostuvieron que además del alma, existe en el hombre cierto principio vital, distinto de ésta, y a la vez, de la materia con cuyo principio se producen las operaciones de la vida sensitiva y vegetativa.
En el estado actual de nuestros conocimientos, dijo Barthez, los diversos movimientos que se verifican en el cuerpo vivo, deben referirse a dos principios diferente" cuya acción no es mecánica, y cuya naturaleza está oculta; uno de ellos es el alma que piensa, y el otro es el principio de vida.
Claudio Bernard dice: "el plasma es una especie de caos vital, que todavía no ha sido modelado, y en el cual está todo confundido, facultad de desorganizarse y de organizarse; por interés facultad de reaccionar, de moverse.
En total referente a este asunto, la ciencia está dividida en dos escuelas principales: organicista y vitalista.
Para los organicistas, como dice muy bien Farré, la simple sospecha de que el protoplasma resultase amorfo y por lo tanto, de que la explicación mecánica organicista de la vida se viera derrotada en sus más firmes baluartes, ha sido causa de que muchos investigadores, que sienten horror a la fuerza organigénica, alimenten la quimérica esperanza de encontrar en la composición química del protoplasma, la causa primordial de la vida siendo, en tal caso, la estructura una simple derivación.
Pero demos de barato que la química y la Biología lleguen a comprobar que en el componente del protoplasma reside la actividad y de ahí se deriven todas las demás manifestaciones de la vida orgánica, ¿nos daría con aquello la clave de los antecedentes que presidieron a la formación del mismo? Un sabio conocido, el cual me merece profundo respeto, en su Biología nos da la siguiente ley mecánica.
Los átomos en el éter compárense a esferas de madera de diferentes tamaños sumergiéndose en un líquido.
Las más grandes forman al hundirse un torbellino que atrae a las más pequeñas, de la misma manera que un barco al sumergirse atrae los botes que se encuentran próximos.
Los átomos químicos que componen el protoplasma, se precipitan unos sobre otros en virtud de esa formación de rampas etéreas, que son las que pueden compararse con las vorágines líquidas de que acabamos de hablar; Pero ¿nos satisface esa definición de los biólogos organicístas? Yo digo, No. Lo que es en sí la vida, es hasta hoy una hipótesis y al lado de la hipótesis biológica, que la vida es el cambio entre los elementos del organismo y el medio ambiente o los procesos químicos y fisiológicos en el protoplasma los ocultistas sostenemos que la vida es la esencia íntima y la causa de ese cambio señalado o de ese proceso químico o físico.
Pero estas son dos hipótesis. Analicemos cuál tiene más valor o más razón de ser.
Eliphas Levi nos dice: "hay varias clases de hipótesis: la hipótesis necesaria, la hipótesis razonable, la dudosa y la absurda". Para que mis queridos oyentes me puedan comprender les pondré un ejemplo gráfico:
Me escucháis esta conferencia y decís que yo la he escrito: esto es una hipótesis razonable; después, de deducirla podréis criticarla, estudiarla; podréis decir que me he inspirado en tal o cual obra, que los datos los he copiado de tal o cual autor, o que ya lo dijo Papus, etc., etc., todo aquello es una consecuencia lógica de una hipótesis razonable; pero también podréis decir que no he sido yo, sino otra persona, quien lo escribió; pero por de pronto no tenéis razón puesto que no es la primera vez que hablo, y muchas veces improvisado, y hacéis una hipótesis dudosa, y suponiendo el caso, puesto que es posible que tras de mí se oculte un secretario incógnito, falto de fuerza moral para presentarse personalmente, o un maestro astral, siempre debéis convenir que alguien, ya sea yo u otro, la haya hecho, ¿verdad? Eso es una hipótesis necesaria, forzosa; pero sí os antoja decir que este papel y esta tinta es la conferencia, o también, que estas ideas combinadas se unieron solas, o que todo esto me cayó del cielo, hacéis la misma hipótesis absurda como los biólogos que dicen que el protoplasma (tinta y papel) es la vida.
Y tan natural y tan lógica como se nos impone la hipótesis que alguien escribió esto, es la de los ocultistas: suponer y tratar de analizar una fuerza, que anima y dirige la composición y el funcionamiento del protoplasma.
Ahora, admitiendo la ley mecánica del Profesor aludido y sabiendo que toda ley mecánica no rige sino una manifestación de la fuerza cósmica, y al decir fuerza, cósmica se dice energía, y esta energía, es la onda divina que podréis llamar Dios o lo dios, el problema del protoplasma quedaría resuelto en estos términos. Algunos átomos de oxígeno, hidrógeno, carbono, ázoe, silicio, calcio, fueron conglomerados a impulsos de esa onda divina u onda de vida, como dice Papus, o como lo diré yo más adelante, la fuerza íntra-iónica, al actuar en el plano físico, y entonces formuláis la misma hipótesis razonable de los que suponen que alguien, o algo, hizo la conferencia.
Al tratar de Hatha-Yoga, debemos analizar el principio siguiente o Prana, que definí como cuerpo magnético, ánima vegetativa, la que según nuestra escuela, mueve el cuerpo físico y anima o dirige los procesos químicos y fisiológicos; pues bien, para poder profundizar ese principio debemos repetir algo respecto al Átomo, que ya vimos que se compone de Iones y descomponibles en Asniones y Cateónos; estos Iones están unidos entre sí por una fuerza que llamamos cohesión.
Faraday, el célebre físico inglés, nos dice:”Jamás los átomos se tocan; cada uno de ellos es el centro de una molécula etérea y en relación de sus tamaños están separados unos de otros como distan entre sí las estrellas del firmamento”. Igual sucede entre los Iones, de manera que ya no sólo se puede hablar de fuerza interatómica, sino de fuerza o energía intra-iónica; de suerte que para nosotros la fuerza de cohesión y repulsión o más bien, al equilibrio que resulta de ese fenómeno, llamamos energía intra-iónica y con este término, si no definimos la vida misma, por lo menos, la manifestación más íntima a que se podrá llegar.
Pero atengámonos aún al átomo. Cuando por medio del cálculo matemático se investiga la fuerza interatómica, se encuentra que cada átomo es un receptor o acumulador enorme de esas fuerzas o energías.
Si por algún medio físico o químico pudiéramos disociar la cohesión, sólo de algunos átomos, se pondría en libertad una cantidad de fuerzas tales, que conmoverían los continentes, y hasta el planeta.
En pequeño, las experiencias que se hacen con las materias explosivas nos dan una idea de esto. La piroxilina, uno de los explosivos más débiles que se conocen, al transformarse por la combustión pasando del estado sólido al gaseoso, aumenta 500 veces su volumen, desarrollando una fuerza de expansión proporcional al cuadrado de dicho aumento, y es de hacerse notar que en estos experimentos no se ha desasociado ni un sólo átomo; podemos decir que es un experimento microscópico en comparación de la fuerza que se obtendría si pudiéramos poner en libertad la energía interatómica.
Estos estudios sobre el átomo se han enriquecido por las observaciones del Dr. Spring, de Lieja.
Ese profesor, preparando una dilución de 0,0023 gramos de Fluorescina en 230 gramos de agua y observando que a la luz diurna aun existía una notable fosforecencia, siguió aumentando la dilución hasta 0,000.000.000.000.000.000, 003gr. y con aquello desapareció la hidrógeno, tenemos que el peso de un electrón positivo es de 0,000.000.000.000.000, 000,018, o sean 1,000 millones de millón de millones de electrones negativos hacen un gramo.
Hasta ahí llega el cálculo de Spring, que probablemente dista aún mucho de la verdad. Ahora, ese átomo es compuesto de un electrón positivo y de un negativo, que es un millón de veces más pequeño aún; es fácil imaginar cuántas fuerzas inhalamos con cada respiración, y en este fenómeno de respiración vamos a buscar el secreto de la vida.
Pues bien, hemos visto que en último término, estos electrones son los torbellinos de fuerza que obran sobre la materia visible; estas fuerzas son las que crean, animan y dirigen el Macrocosmos o universo, y en su rol en nuestro organismo o Microcosmos los denominan los hindúes, Prana y a las primeras, Jíva. Nosotros ya las hemos estudiado en relación con los fenómenos psíquicos, fuerza psíquica; con el cosmos, fuerza cósmica, y en el cuerpo humano las conocemos como fuerza física; también hemos dicho que la ciencia llegará a comprobar que calor, luz, electricidad, pensamiento, voluntad, no son sino una misma cosa, que viene a ser las vibraciones del éter, igualmente no debemos creer que fuerza psíquica, cósmica, o física sean cosas distintas: no son sino diferentes nombres de una misma cosa, que señalamos diferentemente según el medio del plano donde actúan o según la relación en que la estudiamos.
Al hablar del segundo principio del septenario de Bessant hemos citado a Paracelso que define esa substancia etérea, astral, compuesta de éter emanado del Sol y de los astros, que llama fuerza sideral, y los ocultistas Jiva, y al actuar en nuestro cuerpo, Prana; de manera que el problema de la vida sería en primer lugar, atraer por medio de la respiración todo lo que se puede de Jiva y convertirlo en Prana; esta primera forma se sutiliza en nosotros formando el cuerpo vital.
Los sabios antiguos reconocían al astro rey, cuando todas las mañanas sentían bañar nuestro hemisferio con sus torrentes de luz y vida, como la personificación de un enorme magnetizador universal, lo mismo que Flammarión en su obra "El fin del mundo" dice: “La vida sobre la tierra depende de los rayos solares; más, es sólo una transformación del calor del Sol”.
Este astro mantiene el agua en estado líquido y el aire en estado gaseoso; sin él todo sería sólido y muerto, él vaporiza el agua del mar, de los lagos, de los ríos, de la tierra húmeda; él es quien forma la nube, da nacimiento a los vientos, dirige las lluvias, rige la fecundidad circulatoria de los regadíos; es, gracias a esa luz y a su calor, que las plantas asimilan el carbono contenido en el ácido carbónico del aire para separar el oxígeno y retenerlo; las plantas, con eso, efectúan un inmenso trabajo.
La frescura de los bosques, en combinación con la sombra de sus hojas, que cada una forma un receptáculo de calor, nos da como producto la leña que calienta nuestras habitaciones, y entonces no hace otra cosa que volvernos ese calor que ha acaparado del Sol: cuando quemamos gas o carbón mineral, damos libertad a los rayos aprisionados durante millones de años, en los bosques de la época o período primario.
La misma electricidad es sólo una transformación de la fuerza solar. El sol es el origen de todo; es él quien murmura en el riachuelo, sopla en el viento, quien gime en la tempestad, quien florece en la rosa, y canta en el ruiseñor; él alumbra o chispea en el rayo, quien produce la tempestad y en fin, pues es el origen del hombre y de los pueblos, cantando en toda la sinfonía de la Naturaleza.
Y nuestro incomparable poeta en su Fausto, que encierra la clave de los altos misterios, pero que sólo los iniciados descubren, al referirse al Sol dice:
Suena en añejo ritmo su armonía
en la celeste esfera el sol sereno,
y exacto sigue la prescrita vía
con los potentes ímpetus del trueno.
Al ángel da vigor su llamarada
aunque no puede penetrar en ella:
como al salir sonriente de la nada,
es la obra de Dios aún sublime y bella.
Y la tierra, explendente de hermosura
con rapidez inconcebible gira,
y la luz del Edén pronto en obscura
noche trocada, apágase y expira.
Y en su lecho de rocas espumante
revuelve el hondo mar sus aguas locas,
y en el eterno círculo incesante
rodando van al par aguas y rocas.
Del mar la tempestad corre a la tierra
y de la tierra al mar vuelve rugiendo;
y en órbita fatal al mundo encierra
con fiero afán y encadenado estruendo.
Luto y desolación artera
anuncian al rayo en predicción sombría;
mas tu fiel mensajero, oh Dios, adora
la dulce marcha de tu hermoso día.


¿Quién no está de acuerdo en atribuir al sol toda la paternidad de la tierra y todo lo que existe en ella?, de ahí que algunos pueblos, como los Incas del Perú, llevaran su fanatismo, muy justificado, hasta saludarlo con oraciones y adorarlo como la primordial manifestación a Dios.
Sí, señores, al sol paga tributo desde la nieve de la montaña, hasta el metal que se esconde en las entrañas de la tierra; desde la gran ballena hasta el pequeño pólipo de los mares; desde el humilde musgo hasta el frondoso roble que adorna la vegetación, y desde el gran elefante hasta la más pequeña hormiga sobre la tierra;
Porque el sol es el centro alrededor del cual giran los planetas y los seres animados: el sol es la vida, es el regenerador de cuanto existe!
Si admitimos la vida universal y si concebimos, dada esa armonía tan maravillosa, una conciencia universal, ¿por qué hemos de negar que ella, al manifestarse en los seres animándonos a llamarla conciencia vital consciente, es capaz, ya que nos dirige, de curarnos de nuestras enfermedades?
Si admitimos con los antiguos un septenario en cuya cima impera Atina, que es la partícula divina que existe en nosotros, alrededor de la cual giran los procesos químicos, fisiológicos y cósmicos y que irradia todo, debemos esperar, como dice el colega Carbonel, que el día que la ciencia conozca todas las propiedades de la luz solar, no nos dirá ya empíricamente que la vida sea una producción particular de cada organismo, ni tampoco que es una propiedad intrínseca de la célula orgánica, sino que tendrá que aceptar forzosamente que la luz es viviente y que, en suma, la influencia solar y la fuerza vital son términos perfectamente convertibles.
Se ha repetido en varias ocasiones que el libro más interesante, a veces difícil de leer, pero que otras veces nos habla con una claridad silábica, es el libro magno de la Naturaleza: observémoslo en su página referente al microcosmos o cuerpo humano.
Un enfermo abandonado, allí en el campo, sin recursos-médicos, como están los felices anímales, sana de una enfermedad por sí solo; ¿quién lo sanó? La naturaleza del mismo o la fuerza vital consciente, curativa y propia del organismo.
Andando por la calle se nos introduce un cuerpo extraño a la nariz e irrita la mucosa; instantáneamente sobreviene un estornudo y lo expulsa.
Un pedacito de carbón se nos introduce en el OJO; inmediatamente la glándula lagrimal inunda el OJO para lavar y arrojar hacia afuera el cuerpo extraño que lo molesta. Una astilla introducida en un dedo es arrojada por el pus.
Un niño que fuma por primera vez recibe su castigo en forma de vómitos y de mareo, pues el estómago al recibir la nicotina no la tolera y trata de arrojarla.
Balas recibidas en el campo de batalla, que por medio de operaciones quirúrgicas no pudieron ser extraídas, se han encontrado, después de muchos años, envueltas por una cápsula de tejidos fibrosos encarceladas, completamente inofensivas; pero donde llega nuestro asombro a su colmo y donde vemos con una claridad patente la fuerza y reacción vital, es en la obra de la fagocitosis, nombre con que señalamos la propiedad que tienen los glóbulos blancos, de destruir un gran número de microbios, como son los estreptococus aurios y albus y una enorme diversidad de gérmenes nocivos. Aquellos seres parecen conscientes, pues como un ejército al toque de ataque se lanzan a una batalla encarnizada, como impulsadas por un grito: vencer o morir; y resultan vencedores o vencidos, según el poder vital o quimio-táxico de la célula.
Leed, señores, las nociones Anatomo-fisiológicas de mi ínclito amigo, el Doctor Juan N. Arriaga, para ver qué ciudad tan maravillosa es el cuerpo humano; esa correlación tan sublime y admirable que nos pudiera servir de ejemplo para fomentar la solidaridad universal: órganos lesionados o inutilizados son ayudados por otros de iguales o semejantes funciones: el pulmón que está encargado de introducir el oxígeno en la sangre y de expeler el ácido carbónico y el nitrógeno, cuando por cualquiera causa la sangre no recibe ese elemento de materiales azoados por las vías digestivas, el pulmón se lo proporciona.
Un riñón en sus trabajos es reemplazado por otro; en fin el organismo busca todos los medios apropiados de defensa y de reacción curativa. Ese hecho se observa en todos los seres animados y si los animales están provistos de ese medio, cuánto más lo debe estar el hombre, como lo impone su privilegio; pero ¿resulta predilecto? No, desgraciadamente.
Si por riguroso ascenso en la escala zoológica buscamos la proporción que existe en la duración de la vida y la edad en que llega a su mayor desarrollo, encontramos que esta relación es como de 1 á 10, por ejemplo:
El gato llega a su mayor desarrollo al año y vive 15; el caballo a los 4 y vive 30; la oveja a los 2 y vive 20; el loro a los 2 y vive más de 100 años; de manera que los animales viven 10 veces más que el tiempo que han necesitado para su desarrollo. Deduciendo conforme a estos antecedentes, el hombre, rey de la creación o animal intelectual, debiera vivir 200 años, pues su perfeccionamiento lo adquiere a la edad de 20.
Hipócrates vivió 109 años, José Surrigton, como cita Ballestero, que murió en Bergen en el año 1798 a la edad de 160 años, lleno de vigor mental y físico, dejando una serie de hijos de los cuales el mayor, vivo, tenía 103 y el menor 9 años. El inglés Are vivió 152; una francesa, María Piou, que falleció en 1837, alcanzó 158 años; Cristian Graukeuber 146. Hace pocos años murió el químico francés Crevreul a los 103 años con sus facultades intelectuales y físicas completamente buenas.
En la iglesia de Caír, condado de Glasgow, hay una lápida que dice: "Aquí yacen los restos de Guillermo Edwars, natural de Cair, que falleció a la edad de 168 años". Mi paisano, el alemán Tomás Cams, vivió a la edad de 207 años, y en el convento peruano conocí a un lego de 110 años y está como si tuviera 80.
El sabio Heler recogió datos de más de 1,000 personas que pasaron de 110 años, de los cuales 29 murieron a los 120; 19 a los 130; 6 a los 140 y algunos entre 140 y 150; además el diario "El Imparcial", hace algunos días, nos dio cuenta de un hombre que vive en uno de los Estados del Norte y que llega a los 139 años.
¿Por ventura las leyes de la naturaleza, que precedieron a la longevidad de esas personas, no pueden repetirse, y sí estudiamos las manifestaciones de la vida en su estado más íntimo y metodizamos las reglas que en el caso se imponen, no pueden generalizarse?
Seguramente que sí.

viernes, 9 de abril de 2010

Composición Esotérica Del Hombre y sus Remedios

Los Grandes iniciados de Oriente y Occidente conocen a fondo la anatomía humana. A los textos de anatomía oficial les falta la anatomía de los cuerpos internos del hombre, que es séptuple en su constitución orgánica. Cada órgano es, por consiguiente, séptuple en su constitución interna. He aquí los siete cuerpos del hombre:

1- Cuerpo físico.
2- Cuerpo vital
3- Cuerpo astral.
4- Cuerpo mental.
5- Cuerpo de la voluntad.
6- Cuerpo de la conciencia.
7- SPIRITUS (el INTIMO).

El insigne Maestro Paracelso los determina así:

1- El Limbus.
2- La “Mumia”.
3- El Archeous.
4- Cuerpo Sideral.
5- Adech (el hombre interno o cuerpo mental, hecho de la carne de Adán).
6- Aluech.
7- Cuerpo del INTIMO.


Estos son siete organismos de distintas materias o grados de sutilidad, que cualquier profesor de medicina podría percibir si desarrollara la clarividencia con los procedimientos que se dan dentro de La Ciencia Médica Gnóstica.

Un estudio de Anatomía para que sea completo tiene que abarcar en su conjunto los Siete Cuerpos del hombre en todas sus interrelaciones.

Emmanuel Kant, el gran filósofo alemán, admite ese “Nissus Formativus”, cuerpo astral, “Lingam Sarir”a de los teósofos.

Estos distintos cuerpos internos del hombre, obran sobre nuestras glándulas endógenas y sobre nuestras hormonas. Y no se puede ser médico sin conocer a fondo ese “Nisus Formativus” de que nos habla Kant.

El doctor Krisch concluyó que el olfato, la vista, el oído y demás sentidos del hombre, funcionan mediante oscilaciones electromagnéticas.

Lakosky, el gran sabio ruso, fundador de la teoría emanatista, llegó a la conclusión de que todo irradia y de que todo es energía.

Es absolutamente imposible ser médico en toda su acepción sin ser clarividente y sin haber estudiado la anatomía, biología y patología de todos los siete cuerpos del ser humano.

El Maestro Paracelso, dice: “Hay dos especies de carne, la carne de Adán (el cuerpo físico) es la carne terrestre, grosera. La carne que no se deriva de Adán es de una especie sutil. No está hecha de materia grosera, y penetra en todas las paredes sin necesidad de puertas o agujeros, sin embargo, ambas especies de carne tienen su sangre y sus huesos y ambas difieren también del espíritu.” (Paracelso - De Nymphis).

Estos cuerpos energéticos internos del hombre son organismos materiales, que el médico tiene que conocer a fondo para diagnosticar las enfermedades sin fallar, sin cometer torpezas.

De nada sirve conocer la química oficial si no se conoce la “química oculta”. De poco serviría conocer la biología exterior si no se conoce la biología interna de los siete cuerpos del hombre. Lo propio ocurriría conocer solamente la Anatomía “externa”, si se desconoce la Anatomía “interna”. Baldío sería el estudio teórico de la Bacteriología sin un microscopio de laboratorio.

Es absurdo estudiar medicina sin haber desarrollado la clarividencia positiva, que nos permita ver y palpar los siete cuerpos del hombre.

Los medios de diagnosis de la ciencia oficial son insuficientes y, por esta causa, la mayor parte de los pacientes mueren y no se sabe de qué enfermedad.

El indio Jerónimo Montaño colocaba una bola de vidrio en la nuca del enfermo, y a través de ella veía el organismo mejor que con Rayos X. Y cuando era menester diagnosticar a un paciente distante, bastábale humedecer la esfera de vidrio con ron y envolverla en la ropa del enfermo. De esta singular manera conocía la enfermedad y la diagnosticaba con certeza.

En cierta ocasión, dos escépticos le llevaron el sombrero de un muerto para que el indio Jerónimo les dijera a quién pertenecía. Tomó éste el sombrero entre sus manos e invitó a los dos escépticos a entrar en su consultorio. Luego con voz recia les dijo: “Aquí está el dueño del sombrero”. Los dos sujetos cayeron desmayados al ver sentado en una silla al mismo difunto del experimento.

De un devocionario Lamáico copiamos la siguiente oración, mencionada por Krum Heller: “Flores sublimes, escogidos rosarios de florecillas, música y ungüentos de deliciosa fragancia, luces esplendentes y los mejores perfumes traigo a los victoriosos (los Budas); magníficas túnicas y extrafinos perfumes, saquitos llenos de pebetes partidos, iguales en número a las montañas del “Mirú” y todas las más lindas creaciones, traigo a los victoriosos”.

Frhr. Von Perckammer pintó un cuadro, mencionado por el doctor Krumm Heller, en el que aparece un Lama en el patio del Yungho-Kung en el templo de la eterna paz, presagiando junto a un incensario.

En el convento Lama de las cien mil imágenes de “Maitreia” nunca faltan los perfumes. El doctor Rudolf Steiner afirma que el empleo de los perfumes para la curación de las enfermedades tenía un pasado remotísimo y un espléndido porvenir. Leadbater dice que nuestros pecados y culpas repercuten en el cuerpo Astral y que pueden ser eliminados por la acción de ciertos perfumes. Cada vicio tiene sus larvas que se adhieren al cuerpo Astral, y sólo desintegrando esas larvas por medio de ciertos perfumes se logra la curación total de esos vicios.

Estatuas de Buda hecha con madera olorosa del sándalo, existen en Pekín, en Tibet y en el claustro Mongólico Erdoni “Dsu”. Estas estatuas se llaman “Dscho” (escrito “je”) por abreviación de “jebe” esto es del Señor o Maestro. Las hay en Lassa capital del Tibet.

“Tsschima-Purma” es el nombre de ciertas bolas de paño llenas de hierbas aromáticas que tibetanos y mongoles cuelgan de los techos de sus templos para fines curativos.

Krumm Heller nos habla en uno de sus libros del Lama Rintschen, que practicaba en Berlín. Trajo sus esencias del Tibet y jamás compró una droga siquiera. Su misión era velar por la salud de los mongoles domiciliados, según nos cuenta Huiracocha.

Los severos estudios de medicina Himaláyica y Trans-Himaláyica, incluyen la ELEMENTOTERAPIA, la OSMOTERAPIA, la anatomía de los siete cuerpos y la astrología y Química ocultas. Todo médico Lama es clarividente, y realmente no se puede ser médico sin ser clarividente. Oídlo señores de la medicina oficial.

El diagnóstico por percusión y auscultación, y el modo de caminar y moverse un ciego, son análogos. Usar el tacto para poderse orientar en un diagnóstico, es absolutamente inseguro y pueril. Los médicos Arhuacos y Lamas no necesitan para nada de estos anticuados métodos de diagnóstico de la medicina oficial, propios para ciegos. Ellos tienen desarrollado el sexto sentido, la clarividencia, y pueden ver directamente las causas de la enfermedad y sus efectos en los cuerpos internos.

En las selvas profundas del Amazonas hay una ciudad subterránea donde moran algunos Yoguis Occidentales. En esa misteriosa ciudad se aguardan celosamente los sagrados tesoros de la sumergida Atlántida. Esos sabios médicos Yoguis son los celosos guardianes de la antiquísima sabiduría médica.

En las selvas espesas de California existe también otra misteriosa ciudad, que no podrá ser descubierta jamás por los civilizados del siglo XX. Aquí mora una raza sobreviviente de la vieja Lemuria. Esta raza es la más antigua depositaria del precioso tesoro de la sabiduría médica.

En Centro América existen de la misma manera varios santuarios de medicina, fundamentada en el “arte regio” de la Naturaleza. Y no escasean en el mundo entero sitios secretos donde se estudia y cultiva la sabiduría médica, que otrora el hombre conoció cuando todavía actuaba fuera de la atmósfera viciada de la vida urbana.

jueves, 8 de abril de 2010

La enfermedad y la curación

Para entender la enfermedad, su objetivo, su esencia y su sanación, debemos comprender parcialmente el motivo de nuestro ser y las leyes de nuestro Creador en relación a nosotros.
Es de gran importancia reconocer que el ser humano tiene dos aspectos: uno espiritual y otro físico, siendo de estos dos el físico el que es infinitamente mucho menos importante.
Bajo la dirección de nuestro Real Ser Interno, de nuestra Vida Inmortal, el hombre ha nacido para acumular conocimientos y experiencias y perfeccionarse como un ser físico.
El cuerpo físico solo, sin conexión con la dimensión espiritual, es una envoltura vacía, un corcho sobre el agua. Pero cuando está unificado con la parte espiritual, entonces la vida es una alegría, una aventura que acapara totalmente todos nuestros intereses, un viaje que nos trae suerte, salud y conocimiento.
Nuestra evolución comienza como recién nacidos sin conocimiento, cuyos intereses están dirigidos hacia uno mismo. Nuestras necesidades se limitan a nuestro bienestar, alimentación y calor. Con el adulto aparece entonces el deseo de poder y, por ello, permanecemos durante un tiempo remitidos todavía a nosotros mismos, considerando nuestro propio beneficio y los objetivos terrenales.
Entonces viene el punto de inflexión: el nacimiento del deseo de ponerse al servicio de nuestros semejantes, comenzando a partir de ese momento la lucha, ya que en el transcurso de nuestra continuada evolución debemos transformar nuestro egoísmo en altruismo, la separación en unidad y reunir todo el conocimiento y experiencias que el mundo nos pueda enseñar, debiendo transformar todas las cualidades humanas en sus virtudes opuestas.
Sin embargo, aprendemos despacio, siempre únicamente una lección de una vez, pero debemos aprender esa lección especial que nuestro propio yo espiritual nos impone si queremos ser afortunados y estar sanos.
No todos nosotros aprendemos la misma lección al mismo tiempo. Uno supera su orgullo, el otro su miedo, algún otro su odio, etc., pero el factor esencial para la salud reside en que aprendamos la lección que está determinada para nosotros.
El estadio de nuestro avance no juega ningún papel importante. En relación con nuestra salud, carece de importancia el hecho de que nos encontremos al nivel de un recién nacido o de un joven. Pero tiene gran importancia el hecho de vivir en armonía con nuestra alma. Tanto si se trata de alcanzar el bienestar o de llevar la vida sacrificada de un mártir, la salud depende de si seguimos las órdenes de nuestro Real Ser Interno y de si vivimos en consonancia con ellas.
Nuestra alma nos coloca en las situaciones de la vida y nos da el trabajo –sea ya limpiador de zapatos o señor, príncipe o mendigo- que es más idóneo para nuestra evolución y donde mejor podemos aprender la necesaria lección.
Da igual la posición que siempre hayamos tenido, la única necesidad reside en cumplir el trabajo particular que se nos ha asignado y todo se volverá bueno.
Enfermedad es la consecuencia de un conflicto cuando la personalidad se niega a obedecer los mandamientos del alma, cuando existe una desarmonía, enfermedad, entre el elevado y espiritual yo y la personalidad, más baja, que conocemos como nosotros mismos.
A ninguno de nosotros se nos va a encomendar algo que no podamos realizar, ni se nos va a exigir más de lo que tengamos en nuestro poder.

Durante nuestro viaje en la búsqueda de la perfección hay diferentes estadios. La transformación del egoísmo en altruismo, del descontento en satisfacción, de la división en unidad, no puede acontecer en un breve momento, sino a través de una evolución paulatina y constante, debiendo superar un escalón tras otro mientras avanzamos. Algunos escalones son facilísimos de superar, otros extraordinariamente difíciles, y, entonces, puede ser que aparezca la enfermedad, porque en ese tiempo no hemos conseguido seguir a nuestro espíritu, y aparece el conflicto que vuelve a provocar la enfermedad.
De manera similar a la fase de desarrollo en el que cometemos los errores, se realiza a nivel físico una determinada mentalidad que tiene sus correspondientes resultados tanto en el paciente como también en las personas que tienen relación con él. Es esa determinada disposición de ánimo que le descubre al médico el verdadero y fundamental origen del problema proporcionándole así una clave para un exitoso tratamiento.
Desde aquí se puede comprobar el esfuerzo que el paciente debe hacer cuando se extravíe, pudiéndose inferir de esta manera el tratamiento correcto para su bienestar.
Hahnemann nos enseñó que igual con igual se cura. Esto es correcto hasta un cierto punto, pero la palabra cura conduce un poco a error. Más correcto sería: igual expulsa a igual.
La enfermedad en sí: es igual que sana igual, o mejor: igual que rechaza a igual.
La causa de la enfermedad pretende provocar que acabemos con una errónea manera de proceder.
Es el método más eficaz para poner nuestra personalidad en armonía con nuestra alma. Si no existiera el dolor, ¿cómo podríamos saber entonces que la crueldad duele? Si nunca sufrimos una pérdida, ¿cómo podríamos jamás reconocer el padecimiento que se produce con el robo? A decir verdad, deberíamos aprender nuestras lecciones a nivel espiritual para, así, ahorrarnos el sufrimiento corporal, pero a muchos de nosotros les sería imposible. Y es por este motivo por lo que se nos ha otorgado la enfermedad, para acelerar nuestra evolución. Aun cuando al considerar superficialmente la enfermedad, ésta pueda parecer cruel, es en esencia beneficiosa. Es el método aplicado por nuestra propia alma fraternal para conducirnos al camino del entendimiento.
Además, debemos acordarnos de que el padecimiento (aunque deberíamos ser tan inteligentes como para evitarlo), es un privilegio que nos indica que la personalidad ha alcanzado un determinado estadio de desarrollo, donde es necesaria una corrección. Los pequeños bebés rara vez son sancionados.
De ello se desprende rápidamente cómo se pueden evitar las enfermedades. Si pudiéramos escuchar únicamente la voz de nuestro Real ser Interno, si sólo permaneciésemos en armonía con nuestra alma, entonces no sería necesaria una lección tan dura y podríamos vivir sin enfermedad
Por este motivo, la labor del médico reside en ayudar al paciente a alcanzar ese objetivo haciéndole llegar apoyo espiritual, intelectual y corporal.
El genio de Hahnemann reconoció la naturaleza y las causas de la enfermedad, empleó remedios semejantes que, al fortalecer la enfermedad de forma pasajera, aceleraban ese objetivo. Él utilizó venenos semejantes para apartar los venenos del cuerpo.
Pero ahora después de que hayamos reflexionado sobre dónde nos ha llevado su genio, queremos avanzar un paso más y descubriremos que existe un nuevo e incluso mejor camino.
Cuando un paciente comete una equivocación espiritual, ello desencadena un conflicto entre el yo espiritual y el físico, siendo el resultado final la enfermedad. El error puede ser subsanado, el veneno puede ser apartado del cuerpo, pero permanece un vacío, continúa existiendo una fuerza perjudicial, pero ahí donde esa fuerza estaba localizada permanece un espacio muerto.
El método perfecto no consiste tanto en apartar la influencia perjudicial, sino mucho más en hacer propia una virtud que se le opone, pudiendo subsanar los errores a través de esas virtudes. Esa es la ley de los opuestos, de lo positivo y lo negativo.
Tomemos el siguiente ejemplo: Un paciente tiene dolores porque en su ser existe la crueldad. Él puede suprimir esa condición proponiéndose continuamente: No Quiero Ser Cruel, pero eso supone una lucha larga y agotadora y, en caso de que logre eliminar la crueldad, permanecería una laguna, un espacio muerto. Si, por el contrario, el paciente se concentrase en la parte positiva, es decir, en desarrollar la compasión y en hacer suya esa virtud, la crueldad es sustituida sin esfuerzos adicionales y se convierte en algo imposible (para esa persona).
Por eso, la ciencia perfecta de la sanación enseña y ayuda al paciente a desarrollar esa virtud que le hará, de una vez por todas, inmune frente a cualidades perjudiciales. Esta forma de curar no se encuentra bajo la máxima “ No debes”, sino en “ Estás bendecido”.
También debemos tener en cuenta otro gran principio que tuvo su origen en el genio de Hahnemann, es decir, la enseñanza de la curación desde el interior.
Primero debe ser sanado el espíritu, luego le seguirá el cuerpo. Sanar el cuerpo y no el espíritu puede tener graves consecuencias para el paciente, ya que el cuerpo gana a costa del alma. Sería mejor perder un cuerpo que dejar pasar la lección.
Por este motivo, la labor del médico se compone de dos aspectos: ayudar a su paciente a corregir sus errores espirituales y prescribirle aquellos remedios que actuarán a nivel físico, de tal manera que el espíritu, ahora más sano, motivará una recuperación del cuerpo.
Para esto último, es de vital importancia que los remedios elegidos sean revitalizadores y constructivos, siendo portadores de vibraciones que poseen un efecto edificante.
En la elección de ese remedio, debemos tener en consideración el estado evolutivo del mismo en relación con la persona.
Los metales se encuentran en un nivel por debajo del hombre. El empleo de animales supondría crueldad y, en el arte divino de la curación, no se permite que aparezca huella alguna de crueldad. Es por este motivo por el que nos queda tan sólo el reino vegetal.
EXISTEN TRES TIPOS DE PLANTAS
El primer grupo se encuentra, en lo que a su evolución se refiere, en un nivel un poco más bajo que el del ser humano. Entre éstas se hallan los tipos primitivos, los cactus, las algas marinas, la cuscata, etc. A este grupo pertenecen también las que han sido empleadas para finalidades equivocadas, siendo algunas de ellas venenosas: el beleño, la belladona y las orquídeas son algunos ejemplos.
Una segunda categoría, que se encuentra en el mismo nivel que el ser humano y que son inofensivas, puede ser empleada como alimentos.
Pero existe aún un tercer grupo que se encuentra en un nivel evolutivo relativamente alto o más alto que el de la humanidad media. Es de entre estas plantas donde debemos escoger nuestros remedios ya que ellas poseen la fuerza de sanar y de traernos la bendición.
Además, estas plantas no necesitan de la crueldad, ya que, al residir en ellas el deseo de ser útiles a la naturaleza humana, están bendecidas mientras sirven a los hombres.
Debido a que el primer grupo de plantas disminuye las vibraciones corporales, hacen que el cuerpo no sea apropiado como residencia del yo espiritual pudiendo provocar, por este motivo, la muerte.
Pero el último grupo posee el poder de elevar nuestras vibraciones, proporcionándonos, por tanto, la fuerza espiritual que depura y sana al cuerpo y al espíritu.
Por lo tanto nuestro trabajo como médicos se puede representar a grandes rasgos de la siguiente manera: estudiar la naturaleza humana de forma que estemos en situación de ayudar a nuestros pacientes a adquirir un conocimiento sobre ellos mismos y aconsejarles sobre la manera de poder armonizar su personalidad con su alma, prescribiéndoles, además, los remedios beneficiosos que elevan las vibraciones de la personalidad. De esta manera se desarrolla la virtud necesaria para restablecer la armonía entre el yo más alto y el más bajo, que tiene como consecuencia la salud completa.
Ahora, queremos considerar el aspecto práctico en relación con el diagnóstico y el tratamiento. En primer lugar, EXISTEN SIETE SUBDIVISIONES PRINCIPALES en las que debemos clasificar a nuestros paciente.
De acuerdo con la lección especial que debe ser aprendida, una persona se puede equivocar en uno de los siguientes principios fundamentales: 1. Poder. 2. Conocimiento. 3. Amor. 4. Equilibrio. 5. Servicio. 6. Sabiduría. 7. Perfección espiritual.
Antes de continuar, hay que volver a llamar la atención sobre el hecho de que la existencia de enfermedad es un indicativo de que la personalidad se encuentra en conflicto con el alma.
Las cualidades y las virtudes son relativas. Lo que para uno es una virtud puede ser para otro un defecto. Aspirar a ser poderoso puede ser correcto para un alma joven sin tener por qué desencadenar un conflicto entre la personalidad y el yo espiritual. Pero lo que es correcto en ese caso no encajaría en un estadio más desarrollado de la juventud, resultando, por lo tanto, equivocado cuando el alma ha decidido para la personalidad dar en lugar de tomar.
Es por este motivo por el que una cualidad en sí misma no puede ser juzgada de correcta o de falsa sin tener en cuenta el nivel evolutivo del individuo. Lo que conocemos como malo es simplemente algo bueno que no se encuentra en el lugar correcto.
Pero la existencia de enfermedad nos indica que hay cualidades ancladas en la personalidad que el alma se esfuerza en apartar porque tales cualidades se encuentran por debajo del nivel evolutivo de esa persona.
Además, el paciente debe negarse encarecidamente a oír la voz de la conciencia, a reunir experiencias a nivel espiritual, por eso se da la necesidad de una lección aún más difícil, que es la que le imparte la enfermedad.
Podemos reconocer, a través de la mentalidad de nuestros pacientes, el error que ha hecho que la personalidad no logre mantener no logre mantener el ritmo del estándar evolutivo que el alma desea.
De las equivocaciones que se cometen en cada uno de los siete principios resultan los siguientes tipos:

1. Poder: tirano, autócrata, afán de notoriedad.
2. Intelecto: nigromante, destructor, sátiro.
3. Amor: inquisidor, odio, cólera.
4. Equilibrio: estático, veleta, histérico.
5. Servicio: vanidoso, egoísta, flirteador.
6. Sabiduría: agnóstico, loco, payaso.
7. Perfección espiritual: entusiasta, puritano, monje.


No juega ningún papel importante la enfermedad que padezca nuestro paciente. Mucho más importante es que comprendamos a cuál de los tipos arriba mencionados pertenece.
Sin embargo, no es de esperar que las características de la personalidad se manifiesten siempre tan claramente, ya que en muchos casos con los que nos encontramos es únicamente con un pequeño resquicio de las cualidades perjudiciales. No obstante, es esencial el poder comprender de manera exacta la equivocación básica para garantizar un tratamiento exitoso.
Además, la personalidad de muchos de los pacientes que nos consultan suele estar muy marcada por la influencia de algún familiar o amigo dominante, resultando en muchos casos más fácil el hacer un diagnóstico de la persona dominadora, ya que ésta pertenecerá al mismo grupo que el paciente. También aquí se aplica el principio del igual repele al igual, ya que aquí nos encontramos con aquellos que poseen nuestros mismos defectos, pero de una manera mucho más clara, de tal forma que podemos reconocer el padecimiento que esa actitud perjudicial desencadena.
Antes de considerar detalladamente los tipos anteriormente expuestos, y en cuanto que la investigación ha encontrado ya los remedios ligados a ellos, queremos mencionar los métodos de la dosificación.
Aquí, de nuevo, está vigente la ley de Hahnemann, esto es, que no es necesario repetir mientras se produzca una mejora en el paciente.
Los remedios descritos a continuación son, en su manera de actuar, beneficiosos y no provocan ni empeoramiento ni reacción, ya que su función es la de elevar. Éstos son preparados en su tercera, cuarta y séptima potencia.
Al comienzo del tratamiento se puede administrar una dosis de la tercera potencia dos o tres veces al día hasta que se produzca una mejora notable, después se interrumpe. En tanto se ha logrado un avance, no se vuelve a proporcionar el remedio. Pero tan pronto como el paciente manifieste un retroceso se le prescriben tres o cuatro dosis más. Cada vez debería ser necesario una dosis más pequeña. Únicamente se debe hacer uso de una potencia a la cuarta o a la séptima cuando la potencia más baja no arroja ningún efecto positivo.
Si tuvieran un amigo que hubiese sufrido una gran pérdida, en primer lugar le habrían visitado a menudo para animarlo y consolarlo pero en cuanto se hubiera recuperado de nuevo, reducirían seguramente el número de visitas.
De esta misma manera empleamos esa potencia. Éstas representan un amigo una bendición para el que padece, pero, tal y como Hahnemann previó, el enfermo tiene incluso que llevar el sólo el peso de la lucha y no debe hacerse dependiente de ciertos remedios beneficiosos. Cuando al enfermo le vaya mejor, es necesario continuar la lucha solo, en la medida de lo posible, sin pedir de nuevo ayuda hasta que ésta sea realmente necesaria.
Naturalmente, cuanto más desee el paciente corregir los errores que se esconden detrás de su enfermedad, tanto más se ofrecerá la misma potencia.
Ahora llegamos a una descripción de algunos de los tipos ligados a enfermedades y de los remedios que se les administrarán para sanar dichos males.