viernes, 9 de abril de 2010

Composición Esotérica Del Hombre y sus Remedios

Los Grandes iniciados de Oriente y Occidente conocen a fondo la anatomía humana. A los textos de anatomía oficial les falta la anatomía de los cuerpos internos del hombre, que es séptuple en su constitución orgánica. Cada órgano es, por consiguiente, séptuple en su constitución interna. He aquí los siete cuerpos del hombre:

1- Cuerpo físico.
2- Cuerpo vital
3- Cuerpo astral.
4- Cuerpo mental.
5- Cuerpo de la voluntad.
6- Cuerpo de la conciencia.
7- SPIRITUS (el INTIMO).

El insigne Maestro Paracelso los determina así:

1- El Limbus.
2- La “Mumia”.
3- El Archeous.
4- Cuerpo Sideral.
5- Adech (el hombre interno o cuerpo mental, hecho de la carne de Adán).
6- Aluech.
7- Cuerpo del INTIMO.


Estos son siete organismos de distintas materias o grados de sutilidad, que cualquier profesor de medicina podría percibir si desarrollara la clarividencia con los procedimientos que se dan dentro de La Ciencia Médica Gnóstica.

Un estudio de Anatomía para que sea completo tiene que abarcar en su conjunto los Siete Cuerpos del hombre en todas sus interrelaciones.

Emmanuel Kant, el gran filósofo alemán, admite ese “Nissus Formativus”, cuerpo astral, “Lingam Sarir”a de los teósofos.

Estos distintos cuerpos internos del hombre, obran sobre nuestras glándulas endógenas y sobre nuestras hormonas. Y no se puede ser médico sin conocer a fondo ese “Nisus Formativus” de que nos habla Kant.

El doctor Krisch concluyó que el olfato, la vista, el oído y demás sentidos del hombre, funcionan mediante oscilaciones electromagnéticas.

Lakosky, el gran sabio ruso, fundador de la teoría emanatista, llegó a la conclusión de que todo irradia y de que todo es energía.

Es absolutamente imposible ser médico en toda su acepción sin ser clarividente y sin haber estudiado la anatomía, biología y patología de todos los siete cuerpos del ser humano.

El Maestro Paracelso, dice: “Hay dos especies de carne, la carne de Adán (el cuerpo físico) es la carne terrestre, grosera. La carne que no se deriva de Adán es de una especie sutil. No está hecha de materia grosera, y penetra en todas las paredes sin necesidad de puertas o agujeros, sin embargo, ambas especies de carne tienen su sangre y sus huesos y ambas difieren también del espíritu.” (Paracelso - De Nymphis).

Estos cuerpos energéticos internos del hombre son organismos materiales, que el médico tiene que conocer a fondo para diagnosticar las enfermedades sin fallar, sin cometer torpezas.

De nada sirve conocer la química oficial si no se conoce la “química oculta”. De poco serviría conocer la biología exterior si no se conoce la biología interna de los siete cuerpos del hombre. Lo propio ocurriría conocer solamente la Anatomía “externa”, si se desconoce la Anatomía “interna”. Baldío sería el estudio teórico de la Bacteriología sin un microscopio de laboratorio.

Es absurdo estudiar medicina sin haber desarrollado la clarividencia positiva, que nos permita ver y palpar los siete cuerpos del hombre.

Los medios de diagnosis de la ciencia oficial son insuficientes y, por esta causa, la mayor parte de los pacientes mueren y no se sabe de qué enfermedad.

El indio Jerónimo Montaño colocaba una bola de vidrio en la nuca del enfermo, y a través de ella veía el organismo mejor que con Rayos X. Y cuando era menester diagnosticar a un paciente distante, bastábale humedecer la esfera de vidrio con ron y envolverla en la ropa del enfermo. De esta singular manera conocía la enfermedad y la diagnosticaba con certeza.

En cierta ocasión, dos escépticos le llevaron el sombrero de un muerto para que el indio Jerónimo les dijera a quién pertenecía. Tomó éste el sombrero entre sus manos e invitó a los dos escépticos a entrar en su consultorio. Luego con voz recia les dijo: “Aquí está el dueño del sombrero”. Los dos sujetos cayeron desmayados al ver sentado en una silla al mismo difunto del experimento.

De un devocionario Lamáico copiamos la siguiente oración, mencionada por Krum Heller: “Flores sublimes, escogidos rosarios de florecillas, música y ungüentos de deliciosa fragancia, luces esplendentes y los mejores perfumes traigo a los victoriosos (los Budas); magníficas túnicas y extrafinos perfumes, saquitos llenos de pebetes partidos, iguales en número a las montañas del “Mirú” y todas las más lindas creaciones, traigo a los victoriosos”.

Frhr. Von Perckammer pintó un cuadro, mencionado por el doctor Krumm Heller, en el que aparece un Lama en el patio del Yungho-Kung en el templo de la eterna paz, presagiando junto a un incensario.

En el convento Lama de las cien mil imágenes de “Maitreia” nunca faltan los perfumes. El doctor Rudolf Steiner afirma que el empleo de los perfumes para la curación de las enfermedades tenía un pasado remotísimo y un espléndido porvenir. Leadbater dice que nuestros pecados y culpas repercuten en el cuerpo Astral y que pueden ser eliminados por la acción de ciertos perfumes. Cada vicio tiene sus larvas que se adhieren al cuerpo Astral, y sólo desintegrando esas larvas por medio de ciertos perfumes se logra la curación total de esos vicios.

Estatuas de Buda hecha con madera olorosa del sándalo, existen en Pekín, en Tibet y en el claustro Mongólico Erdoni “Dsu”. Estas estatuas se llaman “Dscho” (escrito “je”) por abreviación de “jebe” esto es del Señor o Maestro. Las hay en Lassa capital del Tibet.

“Tsschima-Purma” es el nombre de ciertas bolas de paño llenas de hierbas aromáticas que tibetanos y mongoles cuelgan de los techos de sus templos para fines curativos.

Krumm Heller nos habla en uno de sus libros del Lama Rintschen, que practicaba en Berlín. Trajo sus esencias del Tibet y jamás compró una droga siquiera. Su misión era velar por la salud de los mongoles domiciliados, según nos cuenta Huiracocha.

Los severos estudios de medicina Himaláyica y Trans-Himaláyica, incluyen la ELEMENTOTERAPIA, la OSMOTERAPIA, la anatomía de los siete cuerpos y la astrología y Química ocultas. Todo médico Lama es clarividente, y realmente no se puede ser médico sin ser clarividente. Oídlo señores de la medicina oficial.

El diagnóstico por percusión y auscultación, y el modo de caminar y moverse un ciego, son análogos. Usar el tacto para poderse orientar en un diagnóstico, es absolutamente inseguro y pueril. Los médicos Arhuacos y Lamas no necesitan para nada de estos anticuados métodos de diagnóstico de la medicina oficial, propios para ciegos. Ellos tienen desarrollado el sexto sentido, la clarividencia, y pueden ver directamente las causas de la enfermedad y sus efectos en los cuerpos internos.

En las selvas profundas del Amazonas hay una ciudad subterránea donde moran algunos Yoguis Occidentales. En esa misteriosa ciudad se aguardan celosamente los sagrados tesoros de la sumergida Atlántida. Esos sabios médicos Yoguis son los celosos guardianes de la antiquísima sabiduría médica.

En las selvas espesas de California existe también otra misteriosa ciudad, que no podrá ser descubierta jamás por los civilizados del siglo XX. Aquí mora una raza sobreviviente de la vieja Lemuria. Esta raza es la más antigua depositaria del precioso tesoro de la sabiduría médica.

En Centro América existen de la misma manera varios santuarios de medicina, fundamentada en el “arte regio” de la Naturaleza. Y no escasean en el mundo entero sitios secretos donde se estudia y cultiva la sabiduría médica, que otrora el hombre conoció cuando todavía actuaba fuera de la atmósfera viciada de la vida urbana.

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