domingo, 18 de abril de 2010

La Ciencia del Prana o la Vida misma: III parte

Por: Dr. Arnold Krumm Heller, V:.M:. Huiracocha
En todas partes del mundo se ha encargado para cuidar de nuestra salud a los médicos, los cuales están divididos en distintas escuelas que se combaten entre sí, y como resultado natural el apasionamiento conduce a los extremos, aceptando cada uno solamente las propias simpatías y combatiendo todo aquello que no esté de acuerdo con estas simpatía. Como no debemos confundir en general las personas con la idea, no debemos confundir los médicos con la medicina. Yo sostengo: "el médico nace, no se hace".
La medicina debe ser un sacerdocio y no un negocio; además, ella debe ser menos docta y más popular; que cada enfermo pueda conocer y juzgar cualquiera enfermedad y dirigir sólo la curación por el medio que crea más lógico. Es decir, señores, que debemos preparar a las personas para que cada uno sea un samaritano.
El estudio práctico de la medicina debe formar parte de la educación, a fin de quitarle ese aire misterioso y oculto que la hace de la exclusiva propiedad de una clase privilegiada comparable con una casta sacerdotal.
Toda práctica que no esté fundada sobre ideas accesibles al público, me parece enteramente irracional.
Es, pues, cosa necesaria que se propague, que se analice y se discuta todo cuanto hay de nuevo en el arte de curar y sobre todo, los principios higiénicos, poniéndolos al alcance de las masas populares; que se invite a todo el mundo al estudio atento de la Naturaleza; que se escuche su lenguaje, a veces tan sencillo, otras veces velado; qué se acepté a esa fuente como la más idónea y rica de información, y también, hasta donde sea posible, se supriman en la educación médica popular los términos latino-griegos toda vez que hay expresiones castellanas que los pueden traducir.
Desde que venimos al mundo nuestros órganos están llenos de drogas, aun antes de haber tomado leche por vez primera. En efecto, ya el cerebro contienen fosfatos; lecitina, y otros productos; la sangre tiene hierro; el hígado glucógeno, los huesos fosfatos, carbonates; el estómago pepsina, ácido clorhídrico y otros; el páncreas, pancreatina; las glándulas salivares diastasa y en casi todo el resto del cuerpo hay sales de cal, soda magnesia, hierro y en partes hasta arsénico, el fósforo y otros mil.
Esto nos prueba que el cuerpo humano es un gran laboratorio químico que sin que le hagamos ingerir esas drogas las elabora de los alimentos.
Por eso soy partidario de la aplicación de la química alimenticia y no de la quimioterapia.
En la vida normal constantemente ingerimos drogas:
Del aire que respiramos tomamos el oxígeno; en el café tomamos la cafeína; en el chocolate, la teobromina; en el chile, la capsicina; en la mostaza, la sinapicina; en la leche, la lactosa y otras drogas; en el agua misma los cloruros y otras sales que son indispensables para vivir; en las frutas, ácidos orgánicos, (cítrico-málico-tácnico), etc.; en los tomates, ácido oxálico.
De manera que los procesos químicos, animados por la vida o Prana, elaboran todas estas sustancias de los alimentos sin que cuando se note falta de ellos imponga el reemplazarlos con aquellos fabricados por un boticario y que, una vez transformados química y fisiológicamente por el jugo gástrico, no se asimilan como se cree.
Ciertamente hay drogas que merecen respeto, ¿quién lo puede negar? por ejemplo, la morfina en un hombre que después de un accidente está irremisiblemente condenado a morir, ¿habrá algo más grande que una inyección de morfina para calmar sus insoportables dolores y quitarle sus angustias en las últimas horas de la vida?
Pero eso no quiere decir que basta un pequeño ataque de asma para inyectar ese veneno y fabricar así morfinómanos, y el empleo de algunas drogas no autoriza a degenerar a la humanidad abusando de las inyecciones de mercurio que, en casos exagerados, son mil veces peores que la enfermedad que se pretende curar.
Ni los buenos resultados de un específico, del cual no se conocen sus componentes, pero que puede ser sencillo e inofensivo, es motivo que autorice para lanzar al mercado millares de porquerías con las cuales se explota la ignorancia.
Desgraciadamente es un hecho que lo misterioso seduce es una especie de deslumbramiento mental que da encanto a la Medicina, y al pueblo parece que gusta de que le engañe.
El uso tan extenso de medicinas de patente y también de minerales, vegetales, de hierbas desconocidas, de pildoritas, es en verdad sorprendente. Visité una fábrica en Alemania donde había una bodega llena, de unas tabletas y el empleado dijo: es para la América Española. Me quede admirado, sorprendido; ¡Ah¡ me dijo es un excelente mercado. Yo le creo, le conteste.
Pero en fin, si solo fuesen esas grandes fabricas, pero si en los barrios abundan los fabricantes o inventores de medicinas. El publico las compra sin consulta de médico, poco les importa sí el que vende esas medicinas sea enteramente ignorante en cuestión de anatomía y fisiología, o si no sabe nada de las necesidades del cuerpo; basta con que le garantice la cura, por el solo hecho de tomar un cierto número de pomos, paquetes o cajas.
Lo peor que hay, es un sinnúmero de médicos que no tienen escrúpulo en dar testimonios a los fabricantes de específicos, y aquéllos dan el nombre en las letras de molde.
En este caso urge una reforma, urge a la humanidad sublevarse contra esa cruel iniquidad de apariencias científicas, sustentadas en la sensualidad de nuestra especie, envilecida por los vicios y amparada por la insensatez facultativa de los siglos.
Creedlo, señores: de nuestro sistema de drogas para curar se reirán nuestros descendientes dentro de cien años, como nosotros nos mofamos de los refractarios chinos o como ridiculizamos las sangrías y otros medios terapéuticos de la Edad Media.
-La profesión del médico tiene por padre legitimo el amor del hombre por el hombre y por la ciencia; ella no puede estar reñida con toda ambición bastarda que prostituyéndola la hace ocupar un nivel tan bajo como aquel en que hoy se encuentran las regiones idólatras, que han hecho del culto y de los dogmas el más vil de los comercios a que se puede dedicar el hombre que aún conserva los atributos de la razón la voz salvadora de la conciencia.
La medicina, o el arte de curar las enfermedades y propender a la perfección moral del hombre, es incompatible con todo sentimiento, con toda inspiración que no armonice con el altruismo, pues no se puede amar esta ciencia sin sentir amor por los hombres, ya que su objeto es calmar sus dolores y enjugar las lagrimas de aquellas a quienes la Parca inexorable amenaza arrancar un ser querido.
Los hombres que al amparo de un título académico, no ajustan su conducta a los principios que dejo expuestos, son del género de aquéllos que se visten con pieles de oveja y por dentro son lobos feroces.
Entre los médicos, a los que menos caso se hace desgraciadamente, son a los fisioterapeutas o sean los que en vez de emplear agentes químicos, se valen de medios naturales o físicos para curar(1).
La fisioterapia, señores, como todos los métodos científicos de curación tiene su cuna y sufren el trastorno consiguiente y natural de la impugnación de los ignorantes, o de los propagadores de otras escuelas; pero pasado el tiempo de prueba, brilla y luce en la actualidad en nuestros instintos de enseñanza, no como un sistema esencialmente empírico, sino real, profundo, científico y de resultados eminentemente prácticos.
Constituye, hoy por hoy, la fisioterapia, un método de tal manera efectivo, que no se adquiere puramente con el deseo, no se improvisa en los consultorios. Ciertamente al amparo de leyes tan demócratas y liberales como las de Alemania y México, se han introducido con el nombre de hidrópatas, etc., individuos enciclopédicamente ignorantes que explotan al público y bajo el título de especialistas se mantienen a fuerza de avisos bombásticos.
El fisioterapeuta titulado ha hecho estudios formales y tenemos la convicción íntima que representamos el ignorado campo de la medicina racional cuyos resultados son patentes.
Nuestros factores son los agentes físicos como luz, aire, agua, calor, frío, movimiento y descanso, electricidad, magnetismo, dieta, masaje, etc., y todos los factores que nos brinda la naturaleza; y ni con aquellos pretendemos poder curar una sola enfermedad.
Para nosotros la naturaleza es el único medico, a la cual sólo ayudamos para que logre su objeto, y por este medio sorprendamos al mundo con curas maravillosas.
Nuestra bandera es la higiene; nos pasa con nuestro sistema, en cuanto a la propaganda y sus resultados, como a los navegantes: cuando salen a la mar, el capitán no sabe cuándo y cómo arribará al puerto, pero sabe que el timón obedece, que la brújula indica y cuando lleva su mano al pecho encuentra un corazón viril, que no se arredra.
Antes, los médicos de la escuela alopática nos vieron con horror: hoy día ya no: centenares de ellos están con nosotros; uno de los más valientes fue el médico de la corte de Alemania y médico particular de Bismarck. Schweninger, fue uno de nuestros más valientes apóstoles; muchos otros han publicado su opinión al respecto. El doctor Stevens, Catedrático, de la escuela de Medicina y Cirugía de Nueva York, observa que todos los médicos en general, a medida de los años de práctica que llevan, recurren cada vez menos, a los medicamentos y confían más en los esfuerzos de la Naturaleza; y es realmente cosa notada por todo el mundo que el médico joven receta mucho más que el encanecido en la profesión.
Según dice el profesor Rush, de Filadelfia, en todos los tiempos y lugares los médicos más eminentes son los que mejor han sabido libertarse de la tiranía de los estudios oficiales.
Fundándose en su larga experiencia práctica y en sus maduras reflexiones, de que habría menos enfermos y la mortalidad sería menor en el mundo si no tuviésemos medicamentos, Hecker confiesa, y todo el mundo lo reconoce, que muchos medicamentos que hoy conocemos como mortíferos, los teníamos por muy eficaces.
Podría seguir citando algunos más, pero son muy duros en sus apreciaciones y yo no quiero herir a nadie; más perdonad, en mis libros de apuntes registro aún un párrafo del Dr. Chauvet ex médico del Hospital de Bourgueil, que dice: “Un poco menos de eso que llamáis ciencia, pero que no lo es, y un poco más de filosofía restablecerá la medicina sobre sus verdaderas bases; la química y la droguería han matado al arte de curar; será preciso, para hacerlo revivir, volver a los simples de los buenos tiempos viejos, e inclinarse ante el empirismo”.
Convengo en que esto es humillante... pero ¡qué queréis! así lo exige la humanidad que sufre.
Un buen periodiquito de verdadera medicina popular sería tan útil cuanto perniciosas son todas las publicaciones periódicas de la ciencia desorientada, que inunda diariamente a París y los departamentos. Necesitamos muchas reformas, pero con calma y prudencia se conseguirá todo, y cuan elocuentes son las palabras de Shopenhauer:
"Cuando se sigue una investigación por un camino falso, (abandonando, por tanto, el verdadero) no pueden hallarse al final más que tardías decepciones".
¡Tengamos valor! ¡Vayamos a buscar la verdad, sin dejarnos extraviar por prejuicios quiméricos; tomemos a la naturaleza por guía!
Y después, el mismo Shopenhauer dice: ''Hay errores que conservamos toda la vida y que nos guardamos de escudriñar jamás, únicamente porque tememos, a pesar nuestro, descubrir que hemos dado fe a una mentira y la hemos afirmado con frecuencia durante largo tiempo”.
Finsen, en la península Escandinava, hacia sus magníficas curas del “lupus” por medio de los rayos solares y de la viruela, con la luz roja.
Las condensaciones de radiaciones coloridas en el agua, hace contraer a esta propiedades terapéuticas; así es como el agua, expuesta durante 6 horas a las radiaciones, tienen un efecto vomitivo y el mismo elemento, si ha recibido la concentración de rayos ámbar, produce, cuando se ingiere, efectos laxantes, y la mezcla de rayos de luz de los dos colores señalados determinan efectos drásticos.
Mientras en la antigua Lutecia un eminente vulgarizador, el doctor Fovea de Commells, preconizaba la luz ultravioleta; en Fabes, el profesor Kellog de Michigan, anunciaba los sorprendentes resultados alcanzados en la curación de la obesidad por medio de los baños de calor radiante luminoso.
El fin de la Quimiátrica está próximo. Cada día es mayor el escepticismo, tanto del grupo profesional médico como del público en general, respecto al valor de los agentes químicos (dice físicos) usado en terapéutica. La infidelidad de estos, sus afinidades y las alteraciones que sufren en su trayecto por el organismo, han hecho desechos muchos medicamentos.
La fisioterapia tendrá un desarrollo extraordinario y ha salido ya del empirismo para entrar de lleno en el período científico, utilizando aparatos de precisión y medidas exactas, por medio de los cuales es fácil investigar, relativamente, que clase de reacciones íntimas suscitan los agentes físicos en los diversos territorios del organismo; un funcionamiento más recular, una energía más activa, y una nutrición más compleja.
Las incertidumbres de la medicina, las contradicciones de los maestros más ilustres, los errores del dogmatismo, bastan para asegurar el triunfo de la Fisioterapia.
Los tratamientos fisioterápicos nos están dando todos los días resultados verdaderamente maravillosos; sólo los ignorantes, los obcecados, y los hombres de mala fe, pueden negar su inofensividad, a la par que su asombrosa eficacia.
El perfeccionamiento de los aparatos y procedimientos para, el empleo de los agentes físicos responderá enteramente a la terapéutica del porvenir realizando el disideratum de una buena curación, que tanto anhelaba Celsus: Cito, Tuto in incunde (pronto suave y duradero).


(1) He aquí, ahora, la exposición concisa de los principios o verdades fundamentales en que reposa la Fisiatría o "Verdadera Ciencia de curarse", enviado por la Sociedad Naturista de Buenos Aires, y firmada por el conocido higienista Antonio B. Massioti, al Congreso Médico Latino-Americano reunido hace algunos años en la Capital Argentina.
1. —El Universo es un todo armónico animado por dos elementos coeternos: fuerza y movimiento; no habiendo substancia alguna perceptible que escape a esta ley fundamental.
2. —Todos los fenómenos materiales, orgánicos e inorgánicos, obedecen al mismo principio de realidad preexistente (substancia animada de movimiento resultante de su cualidad más íntima: la fuerza).
3. —La existencia material, en cualquier forma, tiende a la conservación de su energía (preponderancia de la fuerza).
4. —La energía se manifiesta en dos sentidos diametralmente opuestos; o sea, positivo y negativo,
5. —En la vida inorgánica, el primer sentido de la fuerza reúne (cohesión, afinidad); el segundo dispersa (disgregación, expansión planetaria, molecular y atómica).
6. —En la vida orgánica, el principio de la conservación de la energía (5a fuerza) se halla transformado, aunque sea fundamentalmente el mismo; es decir, el que marca la resultante de los dos sentidos de la fuerza (el positivo y el negativo).
7. —Por el primero (sentido positivo de la fuerza), el ser tiende a conservarse (asimilación, nutrición); por el segundo, tiende a transformarse (desasimilación, desgaste, descomposición).
Es tan innegable que la fuerza de asimilación y desasimilación es la misma —positiva y negativa— transformada que determina el estado de los cuerpos inorgánicos, que en las fronteras de uno y otro reino se confunden los tipos; siendo los partidarios de la teoría evolutiva, artículo de fe, la insensibilidad del pasaje de los cuerpos inorgánicos a los seres organizados, como lo es asimismo, de los vegetales a los animales, y razón por la que, cuando hablemos de cuerpos organizados, nosotros nos referimos a los dos reinos.
8. —El predominio determinante de la fuerza —el positivo o el negativo— lo dan los agentes naturales que uniforman el medio ambiente—luz, calórico, substancias líquidas, sólidas y gaseosas.
9. —La energía vitalicia de los seres orgánicos —animales, y vegetales— tienen un máximum de escensión enérgica —crecimiento—, después del cual se inicia la declinación.
10. —En el, primer período predomina la. energía del sentido positivo; en el segundo la energía del sentido negativo, de la fuerza.
11— De relación armónica de un ser —animal o vegetal— con su ambiente de vitalidad, determina su estado normal —la salud—; la desarmonía su estado anormal —la enfermedad.
12. —En la plenitud de la vida y la salud —máximum de crecimiento—. el equilibrio de las fuerzas, positiva y negativa —asimilación y desgaste, es perfecto.
13. —Los seres organizados tienen al servicio de las dos fuerzas —mejor dicho, sentido de la fuerza —órganos de función determinada: unos tienden a la conservación de la energía, otros a su transformación.
14. —La actividad normal de los órganos, positivos y negativos. la establece el medio ambiente — luz, calor, electricidad, ambiente, alimentación,
15. —La actividad normal —desarmonía— puede ser total o parcial; en el primer caso la resultante es la muerte violenta —contra su duración esencial—; en el segundo, la enfermedad.
16^—La-enfermedad —en los anímales y en las planetas—no termina, luego de iniciarse, si .prevalece la desarmonia imparcial entre el ser y su medio ambiente.
17. —A los efectos, saludables y enfermizos—normales y anormales, o armónicos e inarmónicos, del ser con su medio ambiente—, no hay diferencia esencial, ninguna, entre vegetales y animales.
18. —Todo organismo, como todo cuerpo, que ha perdido la dirección normal o la evolución de su determinante coexistente, la recupera con mayor o menor lentitud —si no está esencialmente destruido—, colocado 'en armonía con su medio vital— luz, calórico, substancias sólidas, líquidas o gaseosas, indispensables a su vitalidad.
19. —Cuando un organismo—, como cualquier otro cuerpo del universo—, colocado en condiciones de desarrollar su fuerza positiva, no lo hace por sí no hay artificio capaz de conseguir el predominio del sentido negativo de la fuerza
20. —La vida orgánica es una modalidad del movimiento universal, sujeta a los mismos principios de armonía que rigen la materia.
21. —La emotividad, como la motilidad, son a su; vez transformaciones de la fuerza inicial que sirve de fundamento a la Gran Teoría de la unidad y correlación de los elementos físicos, a que los seres orgánicos no pueden ni deben sustraerse.
22.—Los principios de armonía del ser humano, con su medio propio de vitalidad —como los de cualquier otro animal o vegetal—, los determina, con perfecta claridad, su estado natural, relacionado con su ambiente físico-químico;
como el de los cuerpos inorgánicos los determina la acción propia de los agentes que obran sobre ellos.
23. —Toda la ciencia de la salud, la aplica y la explica la naturaleza; desde el hombre al infusorio, sabiendo, en tal concepto, tanto éste —el infusorio— como Hipócrates o Virchow.
24. —La fisiatría es una parte de la Gran Teoría de la anidad y correlación de las fuerzas físicas, y se propone explicar los fenómenos de la vida orgánica —en sus relaciones comía salud y la enfermedad— por él movimiento
No podréis objetar científicamente esta definición en la que fijamos la base de la Nueva Ciencia; porque, para ello, tendréis que comenzar por negar los fundamentos del luminoso corolario de Newton acerca de la gravitación universal de la materia, y sobre el que reposa toda la racional e irrefutable Teoría que explica, lo mismo los fenómenos de la Gravedad, que los caloríficos, lumínicos, electromagnéticos. etc., etc., en igual forma que los de la actividad interplanetaria e intermolecular que caen bajo el dominio de vuestros sentidos. ,
Y si no podéis negar esa grandiosa revelación, fundamental al Saber humano, ¿cómo podríais sustraer los míseros fenómenos que ocurren en los seres organizados del minúsculo planeta que habitamos, al influjo determinante, esencial a esa magna concepción del genio? ¿Acaso porque entre los seres organizados se halla incluido el mentado Rey de la Creación, con su pintoresco caudal teológico y médico-quirúrgico ?...
Solamente en un punto podríais objetar la grandiosa concepción, fundada en las leyes de Kepler y el corolario de Newton, y es la manera infantil de explicar la acción del Sol y los demás astros y planetas del universo visible, en relación con nuestro sistema nervioso. ¡El sol, astro principal de un sistema planetario, permanentemente en ignición, para calentar e iluminar los míseros seres en la Tierra! ¡Los astros colosales radiando luz que invierte miles de años en llegar a la Tierra, para solaz de la visión humana! No, eso es absurdo. ¿No acabará la mente humana. por encontrar más racional que el Sol impresione, obré, físicamente, sobre o en la atmósfera terrestre, produciendo los fenómenos caloríficos, luminosos y electro-magnéticos, que vitalizan los organismos de este planeta? ¿La Luna y las estrellas no se conducirán de una manera análoga en: relación con los fenómenos lumínicos que impresionan nuestra mísera retina?
25.—El máximum de recursos curativos a que puede aspirar la criatura humana, en caso de enfermedad, es la reanimación natural —tonificación. reconfortíficación— de sus órganos encargados del equilibrio de las fuerzas contrarias al desenvolvimiento positivo del organismo y capaces de restablecer el predominio de aquél —la salud— hasta donde es posible, dentro de su ciclo evolutivo.
26.—La Nueva Ciencia de curarse ha determinado ya, con mayor o menor precisión, las reglas generales que se deben seguir para arribar a ese resultado, relacionándolos todos con el medio ambiente.
Ahora bien: he aquí los fundamentos de nuestra Nueva Ciencia de curarse sin médicos, ni medicamentos, ni operaciones, ni milagros, ni nigromancia, ni mano-santas.
Para la Fisiatría, son principios incuestionables, esenciales y de fácil comprobación, respecto del Ser Humano La fisioterapia tendrá un desarrollo extraordinario y corno de todos los organismos, animales y vegetales—, los siguientes, y que, a vosotros, eruditos congresales, os corresponde replicar, pero que no lo haréis, porque no podréis hacerlo, porque son dentro de las Ciencias Naturales. tan axiomáticos como para las matemáticas éstos, que fundan toda la ciencia por excelencia, la Ciencia de la cantidad y del cálculo:
“El todo es mayor que la parte".
"Dos cosas iguales a una tercera, son iguales entre sí",
"El camino más corto entre dos puntos es la línea recta".
Axiomas de la Fisiatría
a. —El organismo en función es un todo armónico;
b. —Toda enfermedad es un efecto de la alteración funcional de la totalidad, particularizada en un detalle orgánico individual;
c.—La principal causa de las anormalidades de generación orgánica enfermiza, es la alimentación inadecuada, o la que se hace en proporciones y condiciones distintas a las que determina la armonía del ser, ayudado por el instinto y el orden natural;
d. —Toda enfermedad incide en el aparato digestivo —raíz de la vida— cuando no comienza allí mismo.
e. —Las heridas, contusiones, etc., no son enfermedades; pero las inician por su acción nerviosa de reflexión inmediata sobre el aparato digestivo.
f. —Toda relación saludable se inicia normalizando las funciones digestivas;
g. —Mientras la lesión no es profunda, el aparato digestivo se rehace por sus medios propios de acción defensiva;
h. —La curación o normalización orgánica definitiva la complementan la piel y el pulmón colocados en condiciones higiénico-naturales-
La Medicina Oficial y la Higiene Artificial han estado y siguen estando profundamente equivocadas, acerca de la manera de obrar de los agentes exteriores, especialmente la atmósfera, sobre el organismo. En relación con su medio ambiente atmosférico, no hay razón alguna, fundamental, que autoriza a diferenciar el ser humano de cualquier vegetal de los que nacen y crecen al aire libre, favorecidos por la acción directa del calor y la luz solar. Y así como ningún vegetal en condiciones de ambiente de vida normal se enferma por el influjo atmosférico, tampoco se enferman el hombre ni animal alguno de la Creación.
i. —No hay más que una enfermedad, en la especie humana, como en el resto de los seres organizados, animales y plantas —y se cura de, la misma manera: fortificando por sus medios propios, naturales, la raíz de la vida, y colocando la totalidad del ser en las mejores condiciones higiénico-naturales con su medio ambiente—, luz, calor, aire y substancias alimenticias o nutritivas;
j. —La enfermedad única del hombre, como la de todos los seres organizados —animales y plantas—, se manifiestan en dos formas distintas: con efecto indeterminado —malestar general—, o con efecto fijo y-bien determinado —malestar, dolor, perturbación nerviosa, circulatoria, ventral, cáncer, tubérculo, etc., etc.— La primera es crónica, general, latente; la segunda, aguda, local. Puede existir la primara sin la segunda, pero jamás la segunda sin la primera;
k. —Los enfermos que no se curan colocados en sus condiciones de higiene natural de alimentación y ambiente, no los cura nada ni nadie;
1. —Es erróneo que haya enfermedades incurables: sólo hay organismos irrecomponibles, por la destrucción de órganos esenciales a la vida general de cada uno—animales o plantas.
En este caso los que no sucumben, no es porque lo impidan los medicamentos, sino porque el organismo ofrece una resultante de resistencia mayor que la —fuerza negativa— de la enfermedad, los remedios y las operaciones;
m. —De un modo natural, es decir, colocando hábil y atinadamente el organismo en relación directa con sus agentes físicos naturales —luz, calórico, electro-magnetismo ambiente—, se pueden provocar las reacciones más enérgicas —crisis curativas, o esfuerzos exponenciales de eliminación rápida de las substancias muertas en fermentación—, para todos los casos de enfermedad, absolutamente para todos.

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